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Los últimos años del siglo XVIII
En los años siguientes, la situación vuelve a degradarse, quejándose en 1772, el cura propio de la villa Joaquín Guillermo Navarro, de que el corto situado de dos reales que tenía asignada la iglesia y la falta de inversiones por parte del comendador estaba provocando serios perjuicios espirituales, los fieles no caben en la iglesia, haciendo falta otro religioso, para aumentar el numero de misas y la atención a los feligreses (40).
Cinco años más tarde, las quejas se repiten y su sustituto Juan Francisco Miguel de Gamir, indicó que contaba con 550 feligreses, no siendo la iglesia apropiada para ellos, pues era un edificio estrecho, carente de bóvedas y cuyas maderas son tan antiguas que cuando llueve surgen goteras que aunque se reparan salen de nuevo, el campanario es indecente y las vestiduras y ornamentos, denotan cierta cortedad. Al tener una sola nave era incapaz de contener el número de personas que componían el vecindario, careciendo de órgano y los cajones destinados a guardar la ropa son pocos y estropeados, mientras que las rentas son limitadas.
Estas quejas están provocadas por el contraste que se observa con las ganancias del comendador, el marqués de Mondéjar, que pese a obtener un beneficio de más de 20.000 reales, no dedica nada a la conservación de la iglesia, que cada vez está más deteriorada y no se hace nada por impedirlo, por ello, los vecinos indican que se debe construir una capilla más, embovedar la techumbre, construir una torre, un órgano y una cajonera decente para la sacristía. A todo ello, contesta el comendador que no hay necesidad de hacer nada, que la iglesia no ha estado nunca embovedada y que tiene la torre que se construyó cuando se hizo la iglesia y con ella es suficiente. Además indica que si tiene pocas vestimentas es porque no son cuidadosos con ellas, y que con la fábrica de la iglesia posee más que suficiente.
La iglesia tiene en esos momentos 23 pasos de largo y 12 de ancho, desde el coro al presbítero, a lo que se suma una sacristía de 8 varas de largo y un poco más de cuatro de ancho, contando asimismo con un coro alto (41).
Reconocimiento de 1784
Finalmente, cuando muera el comendador, que había estado 30 años al frente de la encomienda, se harán las reparaciones necesarias, para lo que se reúnen el 17 de junio de 1784, el alcalde ordinario, Josef Fernández Ventero, asistido por Juan Joaquín de Frías, apoderado del nuevo comendador; Ramón del Río Santamaría, y el cura de la iglesia Juan de Bustos, acompañados de varios peritos: el maestro alarife Antonio López Bautista, el de carpintería Manuel García y el de sastrería Juan Josef Barballo, los cuales realizan un reconocimiento de la iglesia, en la que encuentran las siguientes deficiencias:
- La pared de entrada a la iglesia por la placeta del cementerio, que era de cinco varas de largo y tres de alto, hasta la esquina que mira hacia la fuente, se halla en mal estado, necesitando para su reparación 45 fanegas de cal y 300 “obradas” de arena, así como 4 peonadas de maestro, oficial y 3 peones. En la misma situación se encuentra la pared que sigue desde la esquina del cementerio que tiene 54 varas de largo, para la que se necesitan 250 fanegas de cal y 8 obradas de arena, y de mano de obra 20 peonadas de maestro, oficial y cuatro peones.
- La fachada de la pared situada a Poniente, que se llama de la Espadaña, es necesario revocarla a piedra descubierta, para lo que se requieren 34 fanegas de cal y tres obradas para traer arena, junto con ocho peonadas de un maestro, un oficial y tres peones así como 25 vigas y sogas para un andamio, haciendo falta tres peonadas para ello. Al machón que se halla al norte, y que sirve de estribo, es preciso revocarlo y ponerle piedra labrada en su corriente.
- Es necesario refinar y limpiar el arco y cornisa, así como el escudo de Santiago, haciendo un pedazo de cornisa de tres varas de largo. En cuanto al pie del arco, que está encima de la escalera situada a mano derecha según se entra a la iglesia, inmediato a la puerta del sol, es necesario hacer el tercio primero desde la pilastra hacia arriba y unirlo a la muralla, y para mayor seguridad se le ha de poner al arranque de la pilastra una solera con tres gatos, uno en medio y otros dos a los lados.
- En cuanto al cuarto de la sacristía, donde se deben guardar los frontales, andas y otros ornamentos, se halla falseado el cielo raso, necesitando hacerlo nuevo, introduciendo una viga sesma, realizando una cruz de viga y haciendo una bóveda de media caña que se encuentre unida a la muralla. Además es necesario hacer un refuerzo encima de la ventana de dicho cuarto de la sacristía, mientras que en la otra pieza en que se divide la sacristía, separada por una puerta de la anterior, es necesario enlucirla.
- El lienzo de la pared que cae al sol del mediodía, que se encuentra sostenido por tres estribos es necesario revocarlo a piedra descubierta, y por debajo del alero de la cornisa hacerle una media caña de yeso, que se ha de unir con unos gatillos a la muralla, debiendo colocarse uno cada dos varas, para lo que se necesitan tres peonadas de un maestro, un oficial y tres peones, revocando a continuación la pared con 75 fanegas de cal y 3 obradas de arena.
- El osario es preciso levantarlo de nuevo y echarle una techumbre para lo que son necesarias ocho ripias por el lado del sol del mediodía y otras cuatro por el lado norte, y echarle una solera.
El gasto de las reformas asciende a 9.957 reales y 13 maravedíes, al subir el coste de cada peonada de un maestro a ocho reales, la de los oficiales a cinco y las de los peones a cuatro, mientras que el precio de cada fanega de cal era de tres reales y los de la obrada de arena veinte.
Entre las alhajas de plata que todavía conservaba, había una custodia de dicho metal, que necesitaba limpiarse y hacerle un tornillo que asegurara el viril, que estaba quebrado; una cruz grande para las funciones y festividades de primera clase, un poco descuadernada y a la que le faltaba el remate de un brazo; unas vinajeras con su platillo, un incensario con naveta y cuchara, tres ampollas de plata y dos cálices con sus dos patenas, necesitando dorarse el copón, más una lámpara que alumbraba el Santísimo Sacramento.
En cuanto a los ornamentos tenían un terno completo de damasco verde, guarnecido con galón dorado de seda forrado de lienzo, el cual no se encontraba en muy buenas condiciones; completado con dos casullas de damasco encarnado con sus accesorios, al igual que dos dalmáticas de damasco blanco, mientras que una capa de coro y tres casullas con sus estolas y manípulos eran tan viejas, que prácticamente estaban inservibles y no se podían utilizar, al igual que la sotana del sacristán. En cuanto a los misales, de los seis que tenían, sólo uno era nuevo y los demás antiguos y estropeados. Con todo ello vemos, cómo se habían ido deteriorando los ornamentos y libros de la iglesia, encontrándose la mayoría de ellos en tan mal estado, que carecían de utilidad práctica.
Como consecuencia de ello, los peritos consideraron necesario comprar cuatro casullas con sus accesorios, una blanca, otra negra y una tercera morada para los distintos tiempos, mientras la cuarta sería encarnada con su capa, para el coro, debiendo asimismo reformar el órgano, del cual quedaba poco más que la caja, y sustituir una campana que se
hallaba quebrada.
Nuevo comendador, el marqués de Alos
El nuevo comendador sólo estará al frente de la encomienda tres años, lo que favorecerá que se vuelvan a reparar las deficiencias de la iglesia, cuando se haga cargo de la encomienda, el 1 de septiembre de 1788, el nuevo comendador, el marqués de Alos, por lo que se reconocerá de nuevo la iglesia, pudiendo observar cómo se han realizado casi todas las reparaciones solicitadas cuatro años antes.
En este caso, los gastos presupuestados ascenderán a 4.400 reales, siendo las renovaciones realizadas: el fortalecimiento de los cimientos que se encontraban muy estropeados en algunos puntos del interior de la iglesia, al tiempo que se blanqueaba desde la mitad hacia abajo y se componía su embaldosamiento, para lo que se utilizarán mil baldosas, ascendiendo todo ello a 1.048 reales, a los que se sumarán otros 200 para los andamios, 40 para sogas, espuertas y cubos, 562 de descalfar todo el yeso de la cerca del osario hasta dejar las piedras solas, 496 en igualar las paredes del osario y desmontar todo el corral, 310 en revocar la ventana del coro, 306 en retejar toda la iglesia, 158 en repasar las juntas de las ventanas del campanario echándoles algunas piedras que faltaban por haberlas sacado para poner las campanas y enderezar la cubierta del campanario, y el resto en reparaciones menores (43).
El marqués de Alos estará al frente de la encomienda, desde el 1 de septiembre de 1788 hasta el 14 de marzo de 1800…
…fecha en la que falleció, dedicándose a su muerte 2.417 reales en trabajos de albañilería y otros 666 de carpintería para reparar la iglesia, mientras que en la Casa de la Encomienda se gastaron 1.812 en albañilería y 1.522 en carpintería y para arreglos de la Casa de la Colgada 437 y 73 respectivamente.
La iglesia de Ossa de Montiel en 1800
En 1800 todavía era cura de la iglesia Juan de Bustos, que disfrutaba de los 730 reales que le facilitaba anualmente la encomienda, aumentándole dicha cantidad en otros 28, el 14 de noviembre de 1798. En su presencia se hizo el 23 de mayo de 1800 el nuevo reconocimiento de la iglesia, por Francisco Rubio, maestro alarife de Villarrobledo, encontrando el edificio en buenas condiciones, necesitando únicamente pavimentarlo con un coste de 1.978 reales, reparar el rodapié por otros 234 y bajar las dos ventanas de la iglesia dos pies y medio para una mejor ventilación, pues en el verano al estar muy altas era nocivo para la salud de las gentes; para lo que invierten 196 reales.
Las obras de carpintería serán tasadas por Tomás Fernández, maestro carpintero de El Bonillo, que tras reconocer la iglesia, decide que es necesario poner una ventana nueva en el coro, por estar inservible la que tenía (186 reales), reparar el pasamanos de la escalera (16 reales), poner una puerta en el campanario (143 reales), unos listones para el pavimento (300 reales) y una cerradura en la puerta principal (20 reales) (44).
Sexta parte del estudio histórico titulado «Estudio histórico-artístico de la iglesia de Santa María Magdalena de Ossa de Montiel» realizado por Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil.
(40) AHPA. Sección Municipios. Caja 25. Ossa de Montiel. Informe del cura propio.
(41) AHN. OOMM. Archivo Judicial de Toledo. Santiago. Legajo 76.105.
(42) AHN. OOMM. Legajo 4.479, documento nº 10.
(43) AHN. OOMM. Legajo 4.478, documento nº 17.
(44) AHN. OOMM. Legajos 4.895 y 4930.
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