La terraza tobácea de la laguna Lengua

La laguna Lengua debe su nombre a la forma notablemente alargada y estrecha que ofrece su morfología en planta. Con una longitud de 1.525 metros, se ubica en un tramo del valle muy estrecho y abrupto. Éste, a su vez, confina las orillas acantiladas de la laguna labradas sobre una espectacular terraza tobácea recubierta de magníficos tapices verticalizados de estromatolitos (1).

El topónimo de la laguna Lengua data del siglo XIII en un documento por el que su recuenco quedó bajo la posesión de la Orden de Santiago (1). El genial arquitecto Juan de Villanueva en su Proyecto del Canal del Gran Priorato de San Juan, fechado en el año 1781, nos dejó manuscritos los nombres de las lagunas, su nivel hídrico y las industrias bataneras y molineras en ellas establecidas, destacando en quinto lugar «La Lengua desaguada cinco varas. E. Molino Nuevo». En el siglo XIX, figura con el nombre de «Lengua» en un lote de siete lagunas desamortizadas, posteriormente compradas al Estado en 1821 por Diego Tomás Ballesteros.

Durante milenios las aguas han gastado la orilla como los vientos y lluvias han moldeado las rocas superiores, esculpiendo algunas de las estructuras tobáceas más singulares del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera conocidas como los «hongos de la Lengua»

Edificio tobáceo pleistoceno de la Lengua (2)

Los hongos de las Lagunas de Ruidera

Por debajo del edificio tobáceo pleistoceno, sobre el replano estromatolítico del margen izquierdo de la laguna Lengua, se levantan varios edificios tobáceos (2), visibles incluso desde el margen opuesto del valle, que llaman poderosamente la atención por su forma de cúpula.

Estas formaciones tobáceas son conocidas como los «hongos de las Lagunas de Ruidera» o los «chozos de la Lengua» debido a su sorprendente forma exterior que se asemeja a una seta, un iglú o uno de los chozos construidos con vegetación ribereña que durante siglos sirvieron de refugio a los pobladores de las lagunas y sus ganados.

Los hongos gemelos de las Lagunas de Ruidera
Hongos gemelos

Observados desde la lejanía, la inmensidad de la terraza tobácea en donde se asientan hace que el ojo humano no sea consciente de sus verdaderas dimensiones. Cuando nos acercamos, nuestra perspectiva cambia radicalmente. Diseminados en el terrazo travertínico lateral de la laguna, los hongos de mayor tamaño alcanzan una altura superior a los dos metros y una anchura cercana a los seis. Multitud de pequeños hongos embrionarios delatan el proceso de formación de sus hermanos mayores.

Estos hongos o chozos no pasaron desapercibidos a Salvador Jiménez a principio de los años 80 del siglo pasado, cuando en su épico recorrido por las Lagunas de Ruidera (3) los describió de la siguiente forma:

«Pegados al agua, hay unos hongos de tobazo, teniendo en su interior grandes oquedades; viéndose como durante los años de sequía habían sido habitadas, cerrando los espacios abiertos con grandes piedras»

JIMÉNEZ –

Chozo de la Lengua en las Lagunas de Ruidera
Hongo adulto junto a hongos embrionarios

Su situación en la terraza tobácea lateral de la laguna hace que en épocas de sequía, cuando el nivel de la lámina de agua es muy bajo, queden totalmente al descubierto, siendo posible el acceso desde la orilla. Sin embargo, cuando el nivel de las aguas alcanza sus máximas cotas quedan casi totalmente sumergidos, siendo visibles únicamente «los gorros» o  partes superiores de los hongos.

La barrera travertínica de la laguna se encuentra actualmente muy degradada. Sobre todo por el conjunto de portillos o canales de desagüe labrados en su masa tobácea par favorecer los aprovechamientos hidraúlicos (1). Antes de que el hombre la mutilara para controlar el genio natural del Guadiana en su afán por producir energía eléctrica, las aguas de la laguna alcanzaban varios metros más de altura, dejando a los hongos totalmente sumergidos durante los largos períodos de sequía.

En la fecha en que escribimos estas líneas, el rápido y espectacular crecimiento hídrico que ha experimentado todo el parque natural durante la primavera de 2018 ha visto como la laguna Lengua volvía a verter sus aguas sobre la Salvadora, devolviendo a los hongos de la Lengua al sueño profundo bajo sus aguas.

Los hongos sumergidos de las Lagunas de Ruidera
Hongo sumergido

Y tal vez la denominación de «chozos de la Lengua» es la que más se aproxima a la utilidad que para los habitantes de las lagunas han tenido estas maravillosas esculturas de tobazo durante siglos.

Porque si a primera vista lo que más llama la atención es su forma exterior, no menos fascinantes son los secretos que guardan en su interior

Mística y silencio en la toba

Los hongos de mayor tamaño presentan, a diferencia de los hongos embrionarios, aberturas horizontales que laceran su parte inferior y permiten tímidamente atisbar su misterioso interior. Están orientadas hacia el vaso lagunar, algunas al nivel del suelo y otras algo elevadas. En ningún caso superan el metro de altura, lo que dificulta el acceso y protegen su intimidad.

Nos acercamos al hongo que presenta una forma más redondeada. Nos agachamos junto su abertura y ávidamente dirigimos la mirada hacia su interior. Desde la entrada,  la luz exterior que penetra a través de la abertura y tenuemente ilumina la parte inferior del interior del hongo nos dirige la vista hacia una cruz latina de grandes dimensiones tallada frente a la abertura. Aunque el tiempo y el agua han difuminado su contorno y su estado de conservación es bastante precario, la amplitud de sus trazos todavía permiten distinguirla.

Regreso al pasado
Desde la entrada…

La impaciencia por descubrir lo desconocido nos invade. Accedemos al interior del hongo por la estrecha abertura que nos deja entrever un misterioso interior hueco. En las entrañas de la toba, apenas hay sitio para una persona de rodillas. Las estrechas dimensiones de su oquedad interior no nos permiten ponernos de pie. Encendemos la linterna y dirigimos el haz de luz hacia el fondo. Descubrimos atónitos una pequeña parte de la historia que el hombre de las lagunas dejó “escrita” en la toba.

La pared interior del hongo situada frente a la entrada es un hermoso lienzo donde el hombre de las lagunas dejó tallado en la toba sus anhelos y esperanzas a través de la historia

No hay duda. Como no podía ser de otra forma, estas singulares esculturas tobáceas no pasaron desapercibidas a los pobladores de las lagunas. Su estratégica situación a pocos metros del agua y el abrigo y seguridad que podía proporcionarles su forma y dimensiones, los convirtió en apeaderos humanos habituales. Tal vez, el hombre de las lagunas encontró en estos chozos de piedra un refugio donde protegerse de las inclemencias del tiempo, o pasar cortos períodos de tiempo cuando se acercaba a las lagunas a abastecerse de agua, pescar o abrevar con el ganado.

Y con el tiempo, atraído por la mística y el silencio que se respira en su interior, convirtió sus paredes en lienzos donde talló los símbolos que le acercaban a sus ancestros y a su creador

«Continuará… desde dentro del hongo»


(1) MARÍN, JC. El hombre y el agua de las Lagunas de Ruidera, 2007.
(2) GONZÁLEZ, JA. Las tobas en España, 2014.
(3) JIMÉNEZ, S. Las Lagunas de Ruidera en el tiempo, 1982.