Orígenes de Peñarroya
Acerca del origen de Peñarroya diversos autores han publicado informaciones sobre sus antecedentes romanos o islámicos. Otros apuntan hacia la posibilidad de que el castillo islámico, que ya estaría arruinado en el siglo XVI, encontrase en un lugar próximo, junto a un vado del Guadiana, en un lugar denominado “El Cortijo”. Finalmente, hay quien piensa que la edificación de Peñarroya y otros castillos próximos pudieron ser un proyecto cristiano de la Orden de San Juan de Jerusalén.
Hoy resulta posible afirmar que Argamasilla de Alba, población de fundación tardía, tiene su origen en el grupo humano que habitó Peñarroya. Sin embargo, en torno a los orígenes de Peñarroya no ha existido consenso hasta hoy.
Una parte de los investigadores afirman que se trata de una fortaleza musulmana reformada tras la Reconquista, mientras que otros ven más probable su fundación ex novo por la Orden de San Juan. No faltan quienes apuntaron la posibilidad, incluso, de unos antecedentes romanos en el lugar (1).
Herramientas líticas
El mortero de piedra es una herramienta ancestral utilizada para machacar, triturar, trocear o mezclar. Se puede usar para picar alimentos, extraer aromas de diferentes especias, hierbas o semillas, preparar medicinas, colorantes, alimentos, etc. Su presencia está constatada desde la civilización egipcia en el 1550 a. de C. y, en época prehispánica, también en las tribus indígenas de América como incas o mayas entre otras.
Los morteros son depresiones redondas, realizadas en dirección vertical, en piedras cuya superficie es relativamente plana, como tazas que bajan de la superficie de las piedras que se levanta algo sobre el suelo que Ias rodea. Las piedras elegidas para tallar en ellas los morteros se hallan situadas no muy lejos del agua corriente. Todas las cavidades son redondas como si las hubiesen hecho a compás. El diámetro varía desde el ancho de una mano y media hasta una cuarta la hondura es más variable.
Morteros de Peñarroya
En las cercanías del castillo de Peñarroya, ni demasiado cerca para no llamar la atención del alcaide de la fortaleza, ni demasiado lejos para poder atraer a viajeros y transeúntes, pequeñas cavidades escavadas en la roca caliza nos trasportan a un pasado y forma de vida lejano del valle del Alto Guadiana.
Son los morteros de Peñarroya, oquedades pétreas de planta circular y sección semiesférica. Sus diámetros se acercan a los 20 centímetros y la profundidad varía entre los 25 y 30 centímetros.
La forma cóncava del fondo y el pulido de sus paredes interiores no dejan duda de su origen antrópico y la utilización para la trituración de alimentos y otras sustancias.
Fácil es imaginar en épocas pasadas a varios hombres, habitadores de tierras o villas cercanas, subiendo y bajando rítmicamente los mazos que trituraban las bellotas dentro del mortero para hacer el famoso «pan de bellotas», las diferentes especias recogidas en los campos manchegos o los cereales u otros alimentos traídos de predios cercanos.
Fábricas de pólvora
Los morteros de Peñarroya también pudieron acoger en su seno azufre, carbón o salitre, componentes de la pólvora, sustancia usada desde tiempo inmemorial en las artes de la caza y la guerra. En la cercana Ruidera, gracias al proyecto del genial arquitecto Juan de Villanueva, la elaboración de la pólvora alcanzó una de sus cimas ibéricas en la Real Fábrica que abastecería del preciado elemento a la Real Hacienda de Carlos III.
Más también era un bien demandado por lugareños y viajeros que hacían noche en las dehesas de Peñarroya. Ya fuera para la práctica de la caza como entretenimiento o forma de subsistencia, o para las artes guerreras o defensivas a un lado y otro de la ley, lo cierto es que la pólvora elaborada en la vecina Ruidera no tenía como destinatarios principales a los pobladores del Alto Guadiana, que tenían que buscar otras formas de abastecimiento para satisfacer sus demandas del preciado elemento.
(1) BENITEZ DE LUGO, L. La fortaleza de Peñarroya, historia, arte y arqueología de un castillo santuario. 2007.
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