El objeto del presente trabajo es hacer un estudio de la iglesia de Ossa de Montiel, y las distintas etapas constructivas por las que ha pasado, desde la primitiva y pequeña iglesia, que se construiría al tiempo que se iba formando la población, posiblemente en el siglo XIV, y que es descrita como antigua y pobre en la segunda mitad del XV, lo que dio lugar a una reforma tan amplia en las primeras décadas del XVI, que prácticamente consistió en la edificación de una nueva iglesia, que sufrió numerosas reparaciones a lo largo del siglo XVIII, aunque mantuvo su estructura
básicamente hasta la actualidad, concluyendo el estudio histórico en el año 1808, con el comienzo de la Guerra de Independencia, que supuso la entrada de nuestro país en el mundo contemporáneo.

Una cuestión básica para interpretar mejor la evolución de la iglesia, y las causas que hicieron de ella un edificio característico, es el conocimiento de su situación económica y social, que tuvieron una gran influencia en su desarrollo y nos ayudarán a conocer mejor las circunstancias vividas, incidiendo en ello a lo largo del estudio.

Origen de la población de Ossa de Montiel

La población de Ossa de Montiel se encuentra situada en el extremo noroeste de la provincia de Albacete, muy próxima a los límites de la provincia de Ciudad Real. La población formaba parte del Concejo de Alcaraz, siendo una simple heredad incluida en su término, como nos lo indica claramente el primer documento que hace referencia a ella y que supuso el primer cambio de dominio…

…cuando el 26 de abril de 1216, fue entregada por el rey Enrique I a Suero Téllez y a sus descendientes, como pago por los servicios prestados a la Corona, con todos sus términos que son delimitados desde el Valle Abajo hasta la otra parte de Sant-Felices y la primera Algecira, con una legua de extensión en todas direcciones…

…siendo concedida para su utilización como dehesa, con sus montes, valles, puentes, pastos y demás pertenencias. El 2 de marzo de 1222, el rey Fernando III confirmará la donación realizada a Suero Téllez y a su mujer Sancha Gutiérrez, reconociendo el derecho de transmisión a sus hijos y descendientes a perpetuidad, aunque todavía es definida como frontera de moros y vuelve a mostrar su situación en los confines de Alcaraz.

Sin embargo, al oeste se estaba consolidando un poderoso vecino, la Orden de Santiago, que recibirá apenas tres meses después, el 12 de julio de 1216, el lugar de la Algecira de Guadiana con sus términos y pertenencias, gracias a un privilegio de Enrique I al maestre de la Orden, García González, lo que no hacía sino reconocer una situación de dominio ya afianzada, pues el conde Álvaro y otros testigos habían reconocido el control que ejercía la Orden sobre esas tierras desde hacía más de treinta años, aunque no totalmente efectivo por la proximidad del enclave musulmán de Montiel (1).

A pesar de las confirmaciones dadas a Suero Téllez por Alfonso X, el 1 y el 3 de septiembre de 1255, las ambiciones de la Orden de Santiago por hacerse con el dominio de un territorio estratégico, así como por tener el control total de las lagunas y de sus riquezas, hará que cuando la heredad pase a manos del hijo del primer propietario, Gutierre Suárez; el maestre de Santiago, Pelay Pérez, entre en negociaciones con él, consiguiendo en 1259 la firma de un acuerdo de permuta, por el que la Orden de Santiago recibía la heredad de La Ossa, cediendo a cambio la localidad de Dos Barrios. El maestre, incluyó a la población en la encomienda de Montiel, de la que se convirtió en aldea, promoviendo su poblamiento para afianzar dicho territorio (2).

El 18 de septiembre de 1410, con el objeto de atraer nuevos moradores a la aldea, que no había crecido al ritmo esperado, el maestre D. Enrique, concedió el fuero al “Lugar de la Ossa”…

…por el cual le eximía de nuevos tributos: la plantación de nuevas viñas, la construcción de casas o cualquier otro mejoramiento que se hiciese, no debiendo pagar más impuestos que aquellos que “hasta aquí havedes acostumbrado”, y que consistían en el diezmo del fruto que se entregaba al comendador, extendiendo estos beneficios tanto a los habitantes actuales, como a todos aquellos que decidieran asentarse en ella, con el claro objeto de que “el dicho Lugar sea poblado”, ordenando al comendador actual y a sus posibles sucesores que los “defienda, e ampare, e vos haga guardar, e defender, e amparar”, siendo confirmado el fuero en el Capítulo General de 1440 (Chaves, 1975, 43 y 63).

La iglesia de Santa María Magdalena a finales del siglo XV

En 1468, pese a todos los esfuerzos, Ossa de Montiel estaba poblada por sólo setenta vecinos, siendo descrita todavía como un “lugar” de Montiel. Los beneficios que aportaba a la encomienda eran bastante modestos, unos cinco mil maravedíes anuales, que contrastaban con los sesenta mil, obtenidos por el heredamiento de Ruidera (3).

La población obtuvo el título de villa entre la visita de 1480 y la de 1494, en la cual aparece como tal. El número de vecinos alcanzaba en dicha fecha la cantidad de 80, cuando otras poblaciones del Campo de Montiel sufrían incrementos demográficos considerables.

De aquí, que la primera referencia que se tiene sobre la iglesia de Santa María Magdalena, en 1478, sea un reflejo de la población en la que se encuentra enclavada, pobre y escasamente poblada: “e fueron a la iglesia de Señora Santa Maria Madalena que es en la dicha villa fallaron que no tiene propios salvo la limosna de la buena gente”

Ossa de Montiel en un dibujo de las respuestas de las Relaciones Topográficas de Felipe II del año 1575
«Osa» en el Campo de Montiel de 1575 (a)

A cargo de ella se encontraba Pedro Gómez, clérigo de la Orden de San Pedro, ya que no podían permitirse el tener un cura de la Orden de Santiago, debiendo recurrir a clérigos seculares pese a las recomendaciones para que tuvieran curas pertenecientes a la Orden. El sacerdote recibía de soldada el pie de altar, junto con el pan, el vino y los beneficios obtenidos por los difuntos, considerando los visitadores que era “buen clérigo” (4).

La iglesia era de una sola nave, con una armadura de madera muy pobre, que es descrita como de “madera tosca e chilla”, lo que nos muestra que estaba hecha con madera de ínfima calidad. Tenía dos altares en la pared “frontera” y en medio de ambos estaba situado el sagrario, que tenía sus puertas y cerraduras con llave, en cuyo interior había un cofrecito pequeño, pintado de barniz blanco y guarnecido de latón, en el cual se alojaba “el Cuerpo de Cristo” sobre una hijuela de corporales, aunque no tenía llave, ordenando los visitadores en 1498 que se le ponga. A los pies de la iglesia había una tribuna de madera tosca (5).

A pesar de su modestia, la iglesia contaba con varios elementos de plata y ornamentos, destacando entre los primeros, una cruz encallada en madera con su crucifijo de un peso de unos cinco marcos, una custodia de plata blanca con su cruceta de cuatro marcos y dos cálices del mismo metal con sus patenas. El resto de utensilios que completaban la dotación de la iglesia eran: un arcón con sus corporales, una cruz de latón mediana, un incensario y un par de ampollas. En cuanto a las vestiduras, contaba con un vestimento carmesí de pelos con el dibujo de unos cardos de oro en el campo, con su cenefa y su aparejo, y otro, de raso morado algo más viejo que el anterior, con su aparejo de lienzo. Una tercera vestimenta era de zarzahán, teniendo otra de lienzo negro con su alba, estola y amito de lienzo. Finalmente, había una casulla de lienzo vieja y una capa de damasco morado, que había donado a la iglesia la hija de Pedro López, Teresa, sustituyendo a otra de zarzahán rota, que todavía se guardaba.

Respecto a los libros, contaba con varios para los servicios religiosos: un mixto de molde toledano, un salterio nuevo, un misal, un dominical y santoral de lectura y cantoría, un santoral de lectura y un dominical de regla y lectura ya viejos; un epistolario, un oficiario y un sacramental, todos ellos en buen estado, más un evangelistero que aunque nuevo se encontraba desencuadernado, por lo que los visitadores en 1494, ordenaron que se encuadernara, aunque no se cumplió este mandato, posiblemente por la escasez de fondos. También había varias obras para las fiestas, entre ellas, un cuaderno de la fiesta de Santa María Magdalena de letra y punto, otro de la fiesta del Corpus viejo de pergamino, un “quaderno de storias buenas”, un libro de procesiones y horas de finados, otro de pergamino con historias de mártires, que se utilizaría para leer a los fieles sobre sus vidas, y un manual de misas privadas. Finalmente, encontramos los libros necesarios para llevar una correcta administración: un libro pequeño “para bautizar e velar” y otro de relaciones y enterramientos de pergamino viejo, algo destacable pues numerosas iglesias no los utilizarán hasta el siglo siguiente, cuando se exija dicho control de forma fehaciente (6).

En la década de los noventa, se consiguió traer a la localidad a un cura, freile de la Orden de Santiago, el capellán Juan García Rojo, descrito como un hombre honesto y de buen vivir, instruido en las cuestiones religiosas, lo cual no era poco, si tenemos en cuenta la situación del clero en esos años. El capellán recibía de remuneración el pie de altar, pero al exigir el comendador en 1492, que se le pague una cuarta parte de dicho beneficio, el Concejo le abonaba tres mil maravedíes junto a la mitad del pie de altar, valorado en otros mil quinientos. El cuarto restante del pie de altar se entregaba al sacristán. Las quejas del Concejo por esta actitud arbitraria del comendador hizo que en 1498, los visitadores le envíen una carta, en la que le recuerdan que su obligación es buscar el bien de sus encomendados y que lo apropiado era devolver su parte del pie de altar al beneficio de la iglesia, aunque no fue muy receptivo a la propuesta, pues el año siguiente seguía cobrándolo (7).

En estos años, la iglesia carecía de rentas, tierras o bienes, limitándose los ingresos a las limosnas de los fieles, lo que no permitía hacer muchos gastos. A pesar de ello, los mayordomos tenían unas cuentas saneadas aunque limitadas, y en 1494, el mayordomo Pedro García tuvo un alcance de 997 maravedíes, reconociendo que la iglesia había poseído algunas tierras, pero como tenían muy poco valor, las había vendido por cierta cantidad de dinero y una campana, gracias a lo cual tenían dos, junto a una rueda de once campanillas y otra campanilla pequeña que se utilizaba para comulgar. Cuatro años más tarde, el mayordomo Miguel López estaba más limitado al contar sólo con las limosnas, con lo que el alcance fue de sólo 50 maravedíes y medio. Ante la escasez de recursos, los visitadores indicaron que para obtener fondos con los que realizar posibles reparaciones en la iglesia, se venda parte de la ropa de lienzo blanca no necesaria, que en 1494, fueron dos mantos y seis pares de manteles y en 1498, diez pares de manteles; la venta se debía realizar en presencia de los alcaldes de la villa, para evitar cualquier fraude (8).

Al año siguiente la situación había empeorado, ya que se gastaron dos mil quinientos maravedíes en arreglar una cruz de plata quebrada y en la compra de dos sobrepellices, uno de bretaña y otro de lienzo, así como en la adquisición de un travesero de lienzo labrado con seda de colores. Todos estos desembolsos provocaron que el mayordomo tuviera que gastar 2.687 maravedíes más de los que había ingresado, aunque la iglesia contó con algunas donaciones, como la colcha que le entregó Miguel López (9).

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Primera parte del estudio histórico titulado «Estudio histórico-artístico de la iglesia de Santa María Magdalena de Ossa de Montiel» realizado por Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil.


Nota del blog: Nuestro agradecimiento a José María Fustel por las fotografias aportadas.
Imagen de portada. Fachada de Santa María Magdalena en los años 40-50 del siglo XX.
(a) Mapa del Campo de Montiel incluído en las contestaciones de Villanueva de los Infantes a las Relaciones Topográficas de Felipe II. 1575.


(1) Archivo Histórico Nacional (AHN). Sección Consejo Órdenes Militares. Santiago. Carpeta 214, documentos nº 3 y 4.
(2) AHN. Sección Consejo Órdenes Militares. Santiago. Carpeta 214, documentos nº 14 y 15.
(3) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1233, visita de 1468, pág. 67.
(4) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1063C, visita de 1478, pág. 215.
(5) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1064C, visita de 1480, pág. 169; libro 1067, visita de 1494, pág. 393 y libro 1068C, visita de 1498, pág. 163.
(6) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, pág. 394 y libro 1068C, visita de 1498, pp. 164 y 165.
(7) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, pág. 395; libro 1068C, visita de 1498, pág. 166 y libro 1070C, visita de 1499, pág. 314.
(8) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, pp. 396 y 397; libro 1068C. Visita de 1498, pp. 165 y 166.
(9) AHN. Sección Órdenes Militares. Santiago. Libro 1070C, visita de 1499, pp. 313 y 314.