La ermita a finales del siglo XV y primera mitad del XVI

La primera descripción de la ermita de San Pedro tuvo lugar el 24 de marzo de 1494. En ella se indica que es de la vocación de San Pedro y San Felices, que se encuentra en los Ojos del Guadiana y tiene dos naves “fechas en cruz e las paredes son de piedra y yeso e la capilla de boveda e el cuerpo de la yglesia es enmaderado de tillo y de madera tosca” (1). La ermita estaba bien reparada, contaba con un altar mayor, más otros tres adornados con sus manteles y delanteras, habiéndose colocado delante de ellos cinco lámparas de latón, aunque poco después se redujeron a cuatro, poniendo una frente a cada altar. En el altar mayor había tres imágenes, una del titular de la ermita, San Pedro, otra de la titular de la iglesia parroquial de Ossa de Montiel, Santa María Magdalena, y por último una de Santa Polonia.

En la capilla ubicada a mano derecha, había un altar en el que se encontraba una imagen de San Andrés, mientras que en la del lado izquierdo, se hallaban dos altares, en uno había otra figura de San Andrés y en el otro una imagen de San Blas. Estas capillas laterales estaban cubiertas con madera de sabina. La ermita contaba con dos puertas, dotadas cada una de ellas de su cerradura y llave (2). Los visitadores dieron las disposiciones pertinentes para que el edificio se encontrara en perfecto estado, ordenando todas las reparaciones y reformas necesarias. En 1494 mandaron al mayordomo que hiciese construir dos tablones para la primera nave de la iglesia, pues tenía quebrada la hilera, lo que nos hace suponer que la cubierta sería a par e hilera, y que luego la volviera a armar y cubrir de buena madera sana con su ripia.

En el arco de la capilla se debía poner una viga de pino y un crucifijo, además comprar un bacín grande para colocarlo delante del altar mayor, junto a las lámparas, desde por la mañana temprano hasta la hora de la misa mayor, así como toda la noche de los sábados y durante las fiestas para que si alguna persona quisiera encender las lámparas que había delante de los altares, lo hiciera dejando una limosna en el bacín. También mandaron realizar unas arquetas o canalizaciones a los lados de la ermita por donde corriera el agua, evitando de esta forma las humedades que podían deformar o dañar las paredes.

Los encargos fueron cumplidos por el mayordomo, pues cuatro años más tarde indicaron que en “la visitación pasada fueron mandadas… fazer en la dicha hermita ciertas obras e reparos las quales vieron por vista de ojos e estaban hechas conforme a lo que fue mandado” (3).

Las siguientes reformas en el edificio se realizaron en el año 1526, construyendo un portal para la iglesia “con su trabajo e salario e de pertecho e madera”. Los visitadores ordenaron que alrededor del nuevo portal se hicieran unos pretiles de una tapia de altura, “e que se fagan de piedra e yeso o como mejor paresciere a los alcaldes de la villa e quede cercado todo el portal del dicho pretil e enfrente de la yglesia tenga su entrada de sus gradas”. Por otro lado, alrededor del portal, por la parte exterior de las paredes de la iglesia, se debían construir unos poyos para que los fieles pudieran sentarse, ordenando a finales de mayo de 1526, que todo ello se hiciera antes del día de San Martín, dando por tanto un plazo de algo menos de seis meses para su realización (4).

En 1536 se había hecho un tabernáculo para colocar la figura de San Pedro, aunque los visitadores observaron ciertas deficiencias que se debían subsanar: reparar los poyos del interior de la ermita, que estaban muy maltratados; retejar la cámara situada en la parte donde sale el sol (levante), así como la que daba al poniente, estando ambas incorporadas a la ermita, echándoles sus caballetes de cal y arena.

Otra reforma que se mandó realizar fue “tomar los cimientos de la capilla principal con su piedra de mampuesto y cal y arena”, así como remeter los cimientos de crucería de la capilla, que cruzaba a la parte del norte, y cerrar el hastial que estaba sobre la puerta de la despensa, la cual se había incorporado en la parte del poniente. Con estas indicaciones se muestra cómo se habían realizado nuevas construcciones adosadas a la ermita: una cámara y una despensa donde colocar las pertenencias y suministros del ermitaño (5).

Ermita de San Pedro de Sahelices, 1926

Ermita de San Pedro de Sahelices 1926

En 1550, la ermita no tenía cepo ni cepillo de limosnas, por lo que se mandó poner un palo bueno, bien sujeto al suelo con yeso para que no se pudiera arrancar, y colocar sobre él un recipiente para las limosnas, en cuya realización debían estar presentes el cura y el mayordomo. Otro mandato tuvo que ver con el aderezo de los aleros y caballetes de la ermita, porque “estan malparados especialmente el caballete como entran a la hermita”, así como el portal, para que cuando lloviera no entrara el agua, evitando la pudrición de la madera. Las gradas de la tarima se tenían que hacer nuevas y en proporción para que se pudieran subir fácilmente, pues en ese momento “unas estan grandes y otras pequeñas”. Finalmente, la ventana que estaba situada en la capilla de la parte del evangelio, se debía alzar un poco porque estaba baja por el exterior, y poner en ella una “barrera de hierro para que no puedan entrar”.

Ante el gran número de obras y reformas que era preciso realizar, los visitadores dieron un orden de preferencia para las mismas, al apreciar que la economía de la ermita no podía abordar todas a la vez. En primer lugar se debían arreglar los caballetes “y dando lugar el tiempo para ello y el cepo asimismo que lo haga luego y lo demas segun vaya teniendo la hermita posibilidad”. Una vez realizados los mandatos anteriores, se debía aderezar la cerraja de la puerta principal para evitar que la ermita estuviera abierta (6).

El ermitaño de San Pedro y su vivienda

El cuidado de la ermita de San Pedro de Sahelices se encontraba en manos de un ermitaño. En 1494 el cargo era desempeñado por Ferrand Sánchez Salmerón, del que se indica “tiene una casa y que vive junto a la dicha hermita”. En 1499 se ordenó al mayordomo de la ermita, que hiciera trastejar la casa del ermitaño y realizar unos aleros alrededor de ella, con su teja (7).

El ermitaño tenía la función de cuidar y mantener la ermita, pero no se encargaba de llevar sus cuentas, pues los ingresos y gastos eran administrados por el mayordomo. En 1507 había un nuevo ermitaño, Miguel García, del cual se dice que es un buen hombre y la tiene bien reparada.

«No lejos de aquí, está una ermita donde hace su habitación un ermitaño, que dicen ha sido soldado, y está en opinión de ser buen cristiano, y muy discreto y caritativo además. Junto con la ermita tiene una pequeña casa que él ha labrado a su costa, pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes.»

MIGUEL DE CERVANTES –.

Desde ese momento se deja de nombrar a los ermitaños, por lo que es posible que se unificara dicho cargo con el de mayordomo. Este hecho es corroborado en la visita de 1535, cuando los visitadores indican que “en la casa donde bive el casero e mayordomo de la dicha hermita”, se haga desenvolver una cámara que está a punto de hundirse, situada a mano derecha de la casa. También ordenaron que se hiciese retejar toda la casa “y meter la teja que fuere menester y fazer sus buenos aleros de manera que el agua que del tejado viene salga fuera e buelen tanto los canales que en ella ay”, para que el agua no cayera en sus paredes, a la vez que se tenían que reforzar los cimientos porque había mucha necesidad de ello. Asimismo, se dispuso la reparación del hastial situado en la parte del poniente de la casa y de la pared que daba al norte, con su cal y arena, de manera que todas las paredes queden “bien tomadas y reparadas”, y que se haga todo ello desde el mes de febrero hasta Nuestra Señora de Agosto (8).

Estas disposiciones nos hacen pensar que la casa del ermitaño se encontraba en las proximidades de la ermita, pero separada de ella, al contar con sus cuatro paredes exentas. Sin embargo, con el tiempo al deteriorarse dicho edificio, se construiría una casa nueva adosada a los pies de la ermita, aprovechando las paredes de la misma, tal y como aparece en las fotografías tomadas a comienzos del siglo XX.

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Segunda parte del estudio histórico titulado «Una ermita quijotesca en el Campo de Montiel albaceteño: San Pedro de Sahelices» realizado por Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil.


Imagen de portada. DOTOR, A. El Quijote y La Mancha: Ante la ruta caballeresca. Blanco y Negro, Madrid, 5-12-1926.
(1) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, p. 395.
(2) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1078C, visita de 1515, p. 29; libro 1082C, visita de 1535, p. 383 y libro 1085C, visita de 1550, p. 1184.
(3) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1067, visita de 1494, pp. 395-397 y libro 1068C, visita de 1498, p. 167.
(4) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1080C, visita de 1526, pp. 995-996.
(5) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1082C, visita de 1536, pp. 384-386.
(6) AHN. OOMM. Santiado. Libro 1085C, visita de 1550, pp. 1185-1187.
(7) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1067C, visita de 1494, p. 396 y libro 1070C, visita de 1499, p. 315.
(8) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1071C, visita de 1507, p. 423 y libro 1082C, visita de 1536, p. 385.