Posesiones de la ermita

En 1494, la principal posesión de la ermita era la laguna de San Pedro que es descrita como “un ojo de Guadiana” cuya pesca se arrendaba, obteniendo mil maravedíes anuales. A finales del siglo se indica que el arrendamiento oscilaba entre los 800 y los 1.000 maravedíes, según los años (9).

Las principales especies que se pescaban eran “barbos y bogas y otros pescados menudos”, de los cuales había gran cantidad siendo algunos de notable tamaño, pues “salen barbos de a quinze y de a deziseys libras”. Las artes de pesca que se utilizaban eran las redes normales y una red tiradera llamada “xabega”, la cual consistía en una red de pesca que se extendía o calaba por una embarcación desde un punto a otro del borde de las lagunas, siendo recogida por los pescadores tirando de sus extremos desde la orilla, utilizando barcos “que andan dentro para la governar”, en cuyo interior almacenaban gran cantidad de peces (Cebrián y Cano, 1992, 224-225).

Para favorecer el arrendamiento de la laguna, se incluía una casa en la que el arrendador vivía y guardaba la pesca. También se le entregaba un barco, informando el mayordomo en 1515, de la compra de uno nuevo “para la dicha laguna porque se suele dar contynuamente y si no se diese no se hallaria quien la arrendare”.

En 1507 los rendimientos de la pesca habían ascendido notablemente subiendo el arrendamiento hasta los mil ochocientos maravedíes, pero cuatro años más tarde volvieron a descender hasta los mil. La bonanza económica vivida, a partir de la segunda década del siglo, provocó un fuerte aumento de los beneficios de la laguna, que en 1526 eran de tres mil maravedíes, aunque seguía sufriendo notables oscilaciones, descendiendo los años de sequía hasta los mil quinientos.

En cuanto a las tierras, poseía una viña junto a la ermita con 400 vides, una huerta pequeña de árboles con cinco o seis pies de morales y tres hazas de tierra situadas en sus proximidades, con una producción de seis fanegas de cebada. También contaba con tres cabezas de ganado lanar y cabrío.

Interior de la ermita de San Pedro de Sahelices en el siglo XIX

Interior de la ermita en el siglo XIX

En los años finales del siglo, el número de vides había aumentado hasta las 450, mientras que las cabezas de ganado ascendían a veintidós cabras. A comienzos del siglo XVI el número de morales aumentó hasta los once, mientras que el resto de posesiones se mantuvieron sin variación durante la primera mitad del siglo (10).

Lo que se indica en 1526, es que se guarde el ejido y las huertas de la ermita, para evitar que los ganados pastasen en ellos. Para hacer efectiva esta recomendación se ordenó a los alcaldes de Ossa de Montiel, que las amojonasen, y que el ganado que fuese sorprendido dentro, se confiscara.

Este mandato no fue atendido con la diligencia oportuna, pues diez años más tarde se indicó que ante “la mala guarda que en la huerta y exido de la dicha ermita ay”, por cada cabeza mayor que esté en la huerta o el ejido se la lleven de pena “por el estado y quebranto”, además de pagar cuarenta maravedíes por el daño causado. En el caso de que fuesen puercos los sorprendidos se confiscarían y se valoraría “el daño que ansy fiziesen” para cobrárselo a sus dueños, y si fuera ganado menudo y su número de cien cabezas o más se pagarían cien maravedíes, mientras que de “cien cabeças abaxo por cada cabeça pague un maravedí de pena”.

Otra mala práctica que se realizaba era colocar colmenas en la huerta, ordenado al mayordomo que se quitasen, y a las personas que “las tienen mandaron so pena de quatro ducados para el tesoro de la Orden que las quiten luego de alli como les sea notificado este mandamiento”. Todos estos mandatos fueron notificados al mayordomo Felipe Sánchez, en presencia de dos testigos: Juan García de Arce y Pero López, vecinos de la Ossa (11).

Ornamentos de San Pedro

Los ornamentos de la ermita a finales del siglo XV eran muy reducidos, limitándose en 1494 a un vestimento (casulla) de lienzo con sus aparejos y una palia (12). En los últimos años del siglo habían aumentado, contando además de lo anterior, con un frontal de lienzo pintado, dos pares de manteles de lino (uno roto) y tres de estopa nuevos, cuatro frontales de paño colorado colocados en los altares, un paramento en el que estaba pintada la imagen de San Pedro, una cortina de lana, un atril de palo (madera), una campana mediana en el campanario y un arca donde guardar los ornamentos.

En la siguiente visita, que tuvo lugar apenas ocho meses después, en mayo de 1499, se indicó que con respecto a la anterior habían aumentado sus ornamentos en cuatro pares de manteles nuevos, un paño de manos “con unos buenos rabos de hilo” y un ara con sus corporales que los visitadores pasados mandaron comprar. Además, habían adquirido, sin que le fuera requerido, una alfombra buena de veinte palmos.

Pero todavía había algunas carencias, por lo que los visitadores en septiembre de 1498, mandaron al mayordomo que con las rentas del año venidero comprase un cáliz de plata, de un marco y medio de peso con su patena “con que se sirva la dicha hermita porque no tiene calice con que elevar el vino”. Sin embargo, el excesivo coste que suponía su adquisición y que los ingresos fueran utilizados para la reparación de la ermita, provocó que el mandato no fuera cumplido y los visitadores no volvieron a insistir en él (13). En los años siguientes hubo pocas adquisiciones limitándose en la primera década del siglo XVI, a tres pares de manteles de cáñamo y en la segunda a un paño de lienzo labrado para la paz (14).

A mediados de siglo, la casulla de lienzo estaba en un estado deplorable, por lo que el mayordomo compró una de color carmesí, que tenía una cortadura de raso dorado con un cordón de oro bordado, estola y manipulo, por la que se pagaron cuatro mil maravedíes. Los visitadores en 1550 ordenaron que se comprara un arca nueva, un frontal de guardamesí, unas ampollas y un cáliz de estaño, para que “use lo susodicho… sy alguna persona quisiere dezir misa por su devoción”. En este caso se pidió que el cáliz fuera de estaño en lugar de plata, lo que hacía más asequible su adquisición (15).

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Tercera parte del estudio histórico titulado «Una ermita quijotesca en el Campo de Montiel albaceteño: San Pedro de Sahelices» realizado por Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil.


Imagen de portada. Interior y altar mayor de la ermita de San Pedro, en los inicios del siglo XX.
Imagen. Interior de la ermita de San Pedro de Sahelices. Grabado de Daniel Urrabieta del siglo XIX.
(9) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1067C. Visita de 1494, p. 396; libro 1070C. Visita de 1499, p. 315.
(10) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1070C, visita de 1499, p. 315; libro 1071C, visita de 1507, p. 424; libro 1077C, visita de 1511, p. 29; libro 1078C, visita de 1515, p. 30 y libro 1080C, visita de 1526, p. 996.
(11) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1080C, visita de 1526, p. 996; libro 1082C, visita 1536, pp. 384-386.
(12) La palia tenía varias acepciones: una cortina exterior, que se ponía delante del Sagrario en el cual estaba el Santísimo; un lienzo cuadrado sobre el cual se descogían los corporales para decir misa; o bien un corporal o velo, sobre el cual se ponía el cáliz cuando se sacrificaba.
(13) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1070C, visita de 1494, p. 396; libro 1068C, visita de 1498, pp. 166-167; libro 1070C, visita de 1499, pp. 314-315.
(14) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1078C, visita de 1515, p. 30.
(15) AHN. OOMM. Santiago. Libro 1085C, visita de 1550, pp. 1185-1187.