Una calera tradicional u horno de cal era una pequeña estructura de mampostería refractaria con una boca de carga y una bóveda interior construida con hileras de piedras calizas colocadas ordenadamente, a la que se prendía fuego una vez cargada de leña a modo de combustible.
Lo que hace especial a la calera de la Mina es que nunca fue quemada y conserva íntegramente toda su estructura, desde el fondo del cenicero hasta el techo de la bóveda
Contenidos
La calera de la Mina
Elaborar la cal, o hacer una calera tradicional, era un arduo trabajo que requería mucha dedicación, experiencia y una gran pericia por parte de los artesanos caleros.
La calera de la Mina es una construcción de tipo cuba, de forma cilíndrica o ahusada, con parte excavada en la tierra para evitar pérdidas de calor, y parte aérea empleando mampuestos de piedras calizas.
Esta calera tradicional está situada en el margen derecho de la vega del Alto Guadiana, en un terreno prácticamente llano con una suave pendiente. Ello obligaría a construir el horno de la calera cavando, a golpe de pico, un pozo circular en la tierra.
Estructura exterior
Todavía hoy, la calera conserva prácticamente intacta toda su estructura exterior formada por decenas de hileras de piedras calizas que contornean toda su figura. Piedra a piedra, hilera a hilera, se levantan las paredes formando una falsa bóveda interior que cierra totalmente la construcción por su parte superior.
El perímetro exterior de la estructura mide 13 metros
La boca del horno, que mira a la vega del río, está situada a nivel del suelo. Se trata de un orificio rectangular de reducidas dimensiones, algo más de medio metro de anchura y menos de un metro de altura, que permitía al calero alimentar el fuego interior durante la quema. El marco inferior de la abertura lo forma una losa caliza bien pulida, y en la parte superior una chapa metálica sujeta todo el conjunto.
Bóveda y cenicero
El interior también está formado por hileras de piedras desde el fondo hasta la bóveda. La base de la estructura se denomina cenicero, por ser la zona en la que se prendía fuego y se acumulaban las brasas y cenizas generadas durante la fabricación.
El cenicero tiene un diámetro de 1,85 metros y una profundidad, desde la boquilla hasta el fondo, de más de metro y medio
En la actualidad está colmada de toda clase de residuos destacando, a simple vista, un par de esqueletos de animales. Dado que desde la boca del horno hasta el suelo el cenicero hay más de metro y medio de profundidad, probablemente se trate de ovinos que cayeron al pozo y no pudieron salir.
Desde el suelo del cenicero hasta el techo de la bóveda, la la altura de la calera supera los 4 metros
Viaje al interior de la calera perfecta
La entrada al interior de la calera de la Mina fue una ardua tarea. La estrechez de la boquilla y el desnivel, más de metro y medio, desde el marco inferior de la entrada hasta el fondo del cenicero, dificultaba enormemente el acceso.
Una vez dentro, ubicados en el centro del pozo, fuimos plenamente conscientes de las dimensiones de la construcción y la pericia de sus maestros
Nos ponemos de pie, encendemos la linterna y con el haz de luz recorremos las paredes levantadas con centenares de piedras calizas. Nuestra mirada sigue las hileras pétreas, sabiamente apiladas y ordenadas hasta concluir la cúpula de la bóveda, a más de dos metros por encima de nuestras cabezas.
Nos parece increíble que todavía se mantenga en pie toda la estructura de la calera, vestigio de un oficio y forma de vida centenario. Después del extenuante trabajo que tuvo que suponer el acarreó de cientos de piedras a pie de obra, la excavación del pozo y la construcción de toda la estructura, la calera no llegó a quemarse y, gracias a ello, hoy podemos contemplarla tal y como la diseñó el maestro calero.
Iluminamos la bóveda superior. Inesperada la perfección con que el maestro calero fue colocando las piedras hasta tapar totalmente la bóveda. Ningún haz de luz penetra en el interior de la calera, salvo el proveniente de la boquilla de entrada, manifestación irrefutable de la pericia constructora.
Después dirigimos la luz hacia nuestros pies. Como era de esperar el suelo se halla repleto de todo tipo de restos y desperdicios, fruto del abandono y los años transcurridos desde su construcción. Nos sorprenden dos esqueletos de animales, posiblemente ovejas, que allí encontraron su final o fueron arrojados sus despojos.
Es hora de abandonar este pedacito de historia que resiste al paso del tiempo. La loseta sabiamente tallada que sirve de suelo a la boquilla de entrada facilita la operación. Atrás dejamos un testimonio excepcional de la arquitectura industrial del Alto Guadiana que, hasta la segunda mitad del siglo XX, fue un oficio y forma de vida practicada desde tiempo inmemorial en estas tierras manchegas.
En una próxima entrada compartiremos el vídeo de nuestro viaje al interior de la calera de la Mina para apreciar, con todo detalle, este singular vestigio de la arquitectura industrial manchega.
Imagen de portada. Vista general de la calera tradicional de la Mina desde la vega del Alto Guadiana.
Fernández Infantes, M. Recuperación y conservación de las caleras tradicionales de Daimiel”, II Jornadas de Historia de Daimiel, 2013, pp. 317-329.
Deja una respuesta