En el verano del año 1780, Vicente Joaquín de Contreras, juez conservador de las rentas de la Mesa Maestral de Santiago en Villanueva de los Infantes, recibió quejas acerca de que los molineros o los arrendatarios de Ruidera impedían la llegada de las aguas a los molinos de pólvora de Cervera.
El 19 de agosto comisionó a José Almendáriz, visitador de las rentas de la Mesa Maestral, para que realizara un exhaustivo reconocimiento del Real Sitio de Ruidera, procediera a tomar declaración a sus moradores más expertos e inspeccionase la laguna del Rey, las compuertas y la salida de sus aguas, hasta la jurisdicción y término de la villa de Alhambra.
Después de la comparecencia ante el comisionado Almendáriz de los «sujetos imparciales» que se encontraban en el Sitio de Ruidera, para prestar declaración sobre si los molineros o arrendatarios allí establecidos eran la causa de que las aguas no llegasen a los molinos de pólvora de Cervera, únicamente quedaba pendiente el reconocimiento del real sitio.
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Nombramiento de peritos
El juez de las diligencias, para una mayor claridad y evitar dudas en el futuro, nombró como peritos para realizar el reconocimiento de las aguas, compuertas y la corriente del río que salía de la laguna del Rey, a Antonio Merino y Miguel Lucas Guerrero, residentes de muchos años en Ruidera y, por tanto, profundos conocedores de su término.
El visitador subrayó que el reconocimiento debían practicarlo desde la laguna del Rey hasta llegar al término de la jurisdicción de Alhambra.
Inmediatamente, el escribano comunicó su nombramiento a los interesados quienes lo aceptaron, prestaron juramento y expusieron que estaban prontos a cumplir su encargo cuando se lo comunicaran.
Reconocimiento del Sitio de Ruidera
El 23 de agosto de 1780, ambos peritos, acompañados por el escribano Juan Fernández Mejía, procedieron a realizar el encargo encomendado, encontrando que las aguas que vertían de la laguna del Rey no tenían impedimento alguno para su salida. Tanto las compuertas mayores, que vertían al caz de los molinos y batanes del Rey, como la compuerta ladrón, que hacía lo propio al caz del Hundimiento, se hallaban corrientes y con el mayor arreglo. Ambos cauces producían «algo más de cinco piedras de agua», que no tenía quiebra alguna hasta pasar del terreno que ocupaban las propiedades del rey.
Los peritos llegaron hasta el límite con el término de Alhambra, cuyo final estaba en la laguna llamada Cueva Morenilla, que daba principio donde se hallaban los batanes, ultima propiedad de las que poseía la Real Hacienda en Ruidera.
Desde aquel sitio las aguas tenían algún aumento producido por un manantial que salía de en medio de la vega, al frente de los referidos batanes, arrojando continuamente «cerca de una piedra de agua» que se unía enseguida con el río [1].
Pero inmediatamente el cauce o madre del río empezaba a manifestarse casi siego, vertiéndose las aguas y repartiéndose gran parte de ellas por los prados que alcanzaban sus vertientes. Sin embargo las aguas llegaban con poca quiebra hasta el sitio que llamaban de la Cubeta, que distaba como 500 pasos de las propiedades del rey. En aquel sitio había dos sudaderos o manantiales que aumentaban levemente el nivel de las aguas [2].
Pero desde la parte de abajo del sitio de la Cubeta, el cauce del río estaba a más altura que los prados de sus márgenes. Por esta razón y la de estar enteramente siego las aguas se repartían por toda la vega que había hasta llegar a la laguna Cueva Morenilla. Como las aguas se extendían tanto, todo el terreno estaba inundado y lleno de carrizos, eneas, juncos y otros diferentes yerbazos, tan unidos que parecía imposible que el agua pudiera romper la menor corriente y menos en aquel tiempo.
El problema de la escasez de aguas
Por todo ello los peritos estimaron que los arrendatarios no causaban perjuicio alguno a los molinos de la pólvora del rey de Alcázar de San Juan, ni a otros interesados en las aguas.
Es más, aunque quisieran hacerlo, únicamente podrían lograrlo por un tiempo muy limitado, pues sólo podrían bajar las compuertas de la laguna y, cuando ésta se llenase, vertería por encima la misma cantidad de agua que en aquel momento corría por los dos caces.
Para solucionar el problema de la escasez de las aguas que producía la vega que se experimentaba en aquel momento en los molinos de la pólvora, no había otro remedio que el de proceder a mondar y encajar el río desde el sitio de la Cubeta, que era donde principiaba el mayor desperdicio de agua, hasta la laguna Morenilla.
De esta forma, creían los peritos, que las aguas no tendrían la menor pérdida, no obstante de la mala calidad del terreno que debían pisar. Ambos peritos, de 40 y 55 años de edad, no firmaron su declaración por no saber escribir.
Terminado el reconocimiento, Almendáriz notificó a Juan de Lorca, uno de los arrendatarios de los molinos de Ruidera, que si se verificase la detención de las aguas por haber echado las compuertas por su culpa, se procedería contra ellos con todo rigor, siendo además responsables de los daños y perjuicios que pudieran originar. Además, para su cumplimiento nombró celador a Miguel Lucas Guerrero, encargándole que, si se confirmara que los arrendatarios hubieran detenido las aguas, nombrara testigos y se lo comunicase a Contreras. Terminadas todas las actuaciones en el real sitio, la audiencia regresó a Villanueva de los Infantes [3].
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Cuarta parte del artículo titulado «Ruidera en los reconocimientos de 1775 y 1780» publicado en Cuadernos de Estudios Manchegos nº 45, Instituto de Estudios Manchegos, 2020.
Imagen de portada. Edificio y canal de desagüe de la central de San Alberto, situada en el Sitio de Ruidera, desde la cámara de presión, Biblioteca Digital de Castilla La Mancha, fondo fotográfico Escobar, referencia ES.45168AHP, 1928.
[1] Fuente del Borbotón, situada en las cercanías de los batanes y molinos de pólvora de Ruidera. Se trata de una surgencia de no muy largo recorrido. La forma de manar el agua en otros tiempos le dio el nombre que tiene, cuando su caudal alcanzaba los 12 litros por segundo (Jiménez, 1994, 156).
[2] Fuente del Molino, a cuya vera se construyó el molino de la Cubeta. Dicho manantial fue durante muchos años lugar de esparcimiento para generaciones de ruidereños. Quizás no haya existido un paseo cargado de tanto romanticismo como el que se daba hasta esta fuente. La mayoría de los hombres y mujeres de Ruidera que a finales del siglo XX rondaban la jubilación contrajeron matrimonio gracias a la fuente, ya que las mozas yendo y viniendo en los atardeceres a por agua con cántaros apoyados en las caderas, eran pretendidas como novias y esposas por los mozos, lo que no resultaba tan fácil hacer en el pueblo (Jiménez, 1994, 156).
[3] AHN, Sección Órdenes Militares (OOMM), Santiago, legajo 6413, reconocimiento de 1780.
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