Hace más de tres milenios, el arroz se cultivaba en Asia oriental, de donde es originario, con sus 1700 variedades de la India y 1300 de otros países, expuestas en el museo de Calcuta. Como Orynza sativa (arroz ordinario), lo denominó el naturalista, botánico…, sueco Linneo. De esta planta-cereal, de las familias de las gramíneas, se clasificarían tres clases, principalmente: de grano largo, de grano grueso y de grano redondo.

El cultivo del arroz en el Alto Guadiana

Es probable que en la cuenca del Alto Guadiana, el arroz fuera introducido por los musulmanes, mediado el siglo IX. Aunque los romanos ya lo conocían y utilizaban como brebaje médico; en las villas rústicas del siglo II y posteriores, abundantes, esos asentamientos, en la Cuenca del Alto Guadiana, no podemos afirmar que lo cultivaran… Y si la vid, tal vez lechugas, otras hortalizas y pistacheros: “durante el Imperio el suelo de la Bética se enriqueció con huertos vegetales. Sabemos, por ejemplo, que el pistacho se introdujo por Pompeyo Flaco en tiempo de Vitelio, que el conocimiento de la cereza alcanzó las latitudes de Lusitania algo antes (…) y que se hacían ingeniosos injertos de manzanas…” (Julio Caro Baroja. Los Pueblos de España).

En los años cincuenta, época en la cual encuadramos esta investigación de consulta y de campo, en España se cultivaban unas sesenta mil hectáreas (60.000 Ha); correspondiendo el 50 por 100 a la provincia de Valencia; el 20 x 100 a la zona del Bajo Ebro; alrededor de otro 20×100, a la provincia de Sevilla y el otro 10 x 100, aproximadamente, se repartía entre las provincias de Alicante, Castellón, Huelva, Badajoz, Albacete, Ciudad Real y otras provincias. En los años sesenta, la producción media era de unas 400.000 Tm., de arroz cáscara y en la península se consumían unas 300.000 Tm., quedando un excedente de 100.000 Tm., para la exportación.

Próximo el año sesenta, (puede parecer sorprendente) Japón era uno de los principales países importadores de arroz blanco de cáscara, español. En cantidad le seguían: Indonesia, Alemania; siendo Finlandia un extraordinario mercado, a partir de 1956. Irak, Jordania, Inglaterra, Dinamarca, Austria, Suecia y Noruega, también eran importadores relevantes y solventes, aunque a menor escala… A partir de los años sesenta, se fueron introduciendo nuevas variedades, para obtener arroz de calidad, las que irían dando mejor grano en los suelos peninsulares…

Corrían unos tiempos, en los que no se tenía certeza de casi nada… Todo eran incertidumbres… La vida, a decir del anciano Simplicio: “estaba siempre en tenguerengue…”.

Gran parte de los datos que contiene el artículo, y desde luego los más fiables, han sido recabados, desinteresadamente, con gran dedicación, por don Rafael Mora Alcázar, juez de Ossa de Montiel, con la finalidad de dejar constancia de unos, de los muchos, hechos históricos, (extraviados o sepultados, en muy estrechos y obscuros laberintos) que forman parte de la olvidada historia de los pueblos y de los ignorados vestigios de la antigüedad… Sonará a incongruente ponderación, pero el singular cóctel de bonanza económica y declive cultural de los pueblos, ha contribuido, a través de la historia, al declive de las sociedades…

Un arrocero llega a Ossa de Montiel

Cuando el paludismo picaneaba (año 1943) estos contornos…, dos o tres años más tarde del “demoniaco” enfrentamiento armígero entre españoles; aún no difuminadas las sangrientas estelas en pueblos y campos; asolados también por los desgarradores embates del hambre, alimentándose muchos seres con las proteínas de sus lágrimas; un modesto empresario, arrocero, llamado “Ripoll» o “Señor Ripoll” proveniente de tierras valencianas, arribó al pueblo de Ossa de Montiel, avivando la curiosidad del vecindario…

“Ripoll” recaló con muchas dudas pintadas en su rostro, sin saber donde ubicaría las plantaciones de arroz, que traía in mente… En invierno, en el valle, el aire frío, la escarcha con  plateadas cencelladas, cortaban las palabras…

El cultivo de arroz en las Lagunas de Ruidera desde la casa de Ripoll
La casa de Ripoll

Pero el “Señor Ripoll”, acostumbrado al choque y a la batalla con los elementos, no ceja en su propósito de emprender la industria arrocera, en una cuenca fluvial donde, por otro lado, no era difícil regular y “traquetear” el caudal; aunque de vez en cuando el río bramara, “abriendo sus altas compuertas…”; arramblando lo que le estorbaba…

Pese a no haber localizado documentación al respecto, todo apunta a que “Ripoll” contactó con  doña Josefa Pacheco Nogues o  “La Señorita Pepa”, (así nos lo apunta don Rafael Mora Alcázar),  propietaria  de terrenos en los aledaños del caserío de “San Pedro” y de la laguna “La Sampedra”; también con mayordomos, mayorales y guardas de doña Enriqueta Sánchez Mulleras, (el “Hermano Pepe Respeto» era uno de los guardas, acantonado entonces en “El Osero”) la mayor latifundista de estos pagos, en aquella época… Cerrando trato y contrato de arrendamiento, en régimen de aparcería, de vegas de el paraje “El Osero”, confinantes con la central hidroeléctrica de igual nombre, y de campos, en el sitio de “San Pedro”, cercanos a la Cueva de Montesinos, lindantes con el río Alarconcillo.

Titulares de los feudos, cederían, temporalmente, el uso y disfrute de varios predios de vega, fácilmente encharcables, conviniendo, aparte las consiguientes estipulaciones en metálico, repartirse frutos en partes alícuotas, de manera equitativa; productos que consumirían y comercializarían, en parte, los criados contratados “de año”, principalmente los de doña Enriqueta; que solían cobrar, bastante, en especie…

“Ripoll”,  trataría con otros terratenientes, cuyas fincas, donde, igualmente, hubo arrozales, colindaban con la laguna “La Colgada”… Sería el caso de “El Ojillo”, (hoy “La Cañada”). Y en terrenos  de “El Sabinar”; vegas de “La Jacidra”  y de la fuente “La Cagurria”; en los derrames de la laguna “La Blanca”.  

La casa del arroz

“Ripoll”, empieza la faena roturando los carrizales y fangales, (auténticos ranarios), de ambos márgenes fluviales de “El Osero”, hasta la laguna “La Conceja”, con una yunta de bueyes; haciendo de gañán el vecino de Ossa de Montiel: Ignacio Granados Moreno; apodado “Machacante”… ¡Fabuloso el dato, don Rafael!  

Allá por el año 1947, inicia las obras de “La Casa del Arroz”, de doce por cuatro metros, en la ladera media de un cerro próximo a la laguna “La Conceja»; en el margen lacustre derecho.

Con un trillo corroído y una pareja de bueyes, “guiada” por Manuel Algaba, alias “El Güiro”, vecino de Ossa de Montiel,  acarrea piedra y otros materiales para la construcción… Aquel año, el río “abrió sus altas compuertas; sosegándose bien entrado el verano…”. Como la yugada se atollaba en los cenagales, “Ripoll” viajó a Valencia y “mercó una descascarilladora de arroz, un tractor con varillas de hierro en las ruedas y otro mecanismo, con el que trituraba brozas, carrizos y masiegas… Artilugios que levantarían gran expectación en la zona, principalmente entre pastores, gañanes y hortelanos…

Le acompañaba un chaval, hijo suyo, Narciso Ripoll Olivera, de unos quince años que, a decir de una labriego “memoria”, de los pocas que quedan, “le hacía los recaos y le llevaba tabaco al corte; puros, que era lo que “Ripoll” fumaba…”.

El “monumento” de la historia y la magnificencia humana, también se construyen con la memoria de la gente sencilla…, y no nacen de la riqueza, como dijera Pontano. Que siempre son olvido; como “ya somos el olvido que seremos…”; soneto de Borges, que aprendimos de Manuel López, aquel agente medioambiental que luchó, con un escrúpulo de honestidad, por el Parque Natural Lagunas de Ruidera; imperio de La Naturaleza, imposible…: “es el desdén espada de doble filo: uno mata de amores otro de olvido…”.

La “Casa del Arroz”, en las cercanías de “El Osero”, nunca se terminó de construir…; nadie sabe por qué…

Se comadreaba, un tanto a “las callandas” que, una “brujera”; “echaora de buenas y malas venturas y deciora de oración del mal de ojo y adivinaora”; vaticinó una tarde lóbrega, al ver volar oscuras aves, como en agorera pasada; como salidas de las simas de los cielos, que “el rodal era de luces frías…”.

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Primera parte del estudio histórico titulado «Las antiguas casas del arroz o de Ripoll en la cuenca del Alto Guadiana, junto a las lagunas La Conceja y La Sampedra».