En aquel tiempo era una longuera de labrantío, por donde la entonces aldea de Ruidera tendía a expandirse y poco a poco se iba transformando en un solar de esparcimiento, con un ribazo apisonado de tanto pataleo, más duro que un cuerno, por donde los críos se lanzaban a “La Rastra”…
También se ocupaba como zona de recreo y campo de fútbol por unos veinte alumnos, (entre muchachos y muchachas) del flamante y primer colegio construido un lustro antes; (hoy consultorio médico) al cual dejé de asistir al haberse hundido la economía de mis padres y mi madre encontrarse en prisión, por la cochambre de autoridades locales, guardias y justicia de Argamasilla de Alba, que se pusieron de parte del toledano “Señorito Don Tomás”, como convenía al más fuerte…, (así dijo Platón: “yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte”) que los despojaron de su justo patrimonio… Favoritismos, envidias, abusos de pérfidas autoridades e inquina inquisitorial, que no ha lugar pormenorizar…
Contenidos
El rodal más apropiado
El descampado formaba un ángulo recto, en el margen izquierdo de la bifurcación de las carreteras de Argamasilla de Alba-Ruidera y la Nacional Badajoz-Valencia. El rodal era el más apropiado para esperar, avistar y aplaudir al personaje, protagonista del sin par acontecimiento, que iba a tener lugar aquel veintitrés de mayo, de mil novecientos cincuenta y nueve. (Gracias amigo Lorenzo Menchén, por ciertos datos).
Allí todos los mandatos y todas las obligaciones de fidelidad… Pocos rostros iluminados de contento y si de perplejidad, sumisión y acobardamiento… Pocas cosas casaban con mi trauma de infancia, sobre el que los rayos de un pasado tan reciente, también perturbaban el hecho puro…
Los colegiales mejor engalanados; otros menos relamidos a los que les colgaba algún pingajo; sucediéndose zurcidos y remiendos mal acabados en los harapos de su desmejorado indumento, zascandileaban por allí, entre vecinos amedrentados, otros camanduleros, correveidiles, elegidos por adeptos al sistema, vocingleros, farrucos, malintencionados e insultones; de esos que, “a la primera de cambio”, se apegan a los mandamases de turno; aunque sean de “malos adentros”; simples y troleros, que échanse a menudo en su mala memoria… También entre ellos, infiltrados, metijones y zamuzos, haciendo el paripé, iban aumentando la caterva, al socaire del primero y segundo alcaldes; del maestro de escuela, del cura “Don Joaquín” y de algún que otro caporal, guarda de coto; mayordomo o “matoncillo” del finquerío montano y lacustre; que todo lo mangoneaban y subordinaban… (Suma y sigue).
Sin los apañuscos, tratos y chupeteos del finquerío mal se sobrevivía, porque todavía no se había recibido el fardo turístico, con su ganosa frase: “hoy ha venío menos gente que otros días…”. Ni se había hallado el atadijo de la candonga política demócrata, (¡Bienvenida!… Sin lugar a dudas) que una vez descubierta por politicastros gangueros, pronto los abandona la vergüenza… Politiquillos pintureros, falsos mesías…; pajarracos con “piquito de oro”, para conseguir eminente sitial… Muchos lo han conseguido… Unos, que no “entraban por el aro” y otros relegados, repelosos, pero ansiosos de novedad todos, desde el abrigo de esquinazos y tapiales se hacían señas, mirándose burlonamente, para no entrar en coalescencia biosocial y psicosocial… Cucándose ojos, oteaban, “por si las moscas o por si acaso…”.
Las autoridades apremiaban orden y concierto, pese a ser sumiso el temple de la montonera aldeana… A perros y gatos espantaban… Con arreglo a simpatías, empatías, hiladuras de ropajes y semblantes, a los vecinos ubicaban: “… Tú aquí delante… Y tú…, allí detrás… Y tú muchacho, a ver si te estás quieto de una vez, que si no fuera porque tengo el codo changao, te había cascao ya un pescozón que te había sacao pelo pa una brocha…”. Intranquilo, amenazaba a los críos el ramplón irascible, que toqueteaba con impaciencia un brazalete de cobre, muy apretado en la muñeca; convencido de que el aro de metal, le aliviaba la epicondilitis que padecía en la articulación del antebrazo derecho; el cual masajeaba a diario con alcohol y yodo.
Sábado 23 de mayo de 1959
La tarde se estaba cayendo, aquel sábado 23 de mayo de 1959… Unas nubes iban y venían en lenta danza, como cogidas de la mano… Pese a estar muy avanzada la primavera, el ambiente era de tiritera por la ventolina y lluvia mañaneras… La gente permanecía al acecho, nivelándose con tiento, los más excluidos, al borde de un pequeño terraplén, en las embarradas irregularidades del terreno; entre murmullos de lo que era…, o pudiera ser… Siempre vividores en notable pobreza… Fervor e indiferencia, a iguales partes, mientras alguien trataba de meterle en la cabeza a la gente, que se trataba de “un acontecimiento, que era la bomba…; nunca visto en Ruidera”… Todo desequilibrio tiende a equilibrarse…
No faltaban acentos de oratoria mitinera, con cierto “brillo” dictatorial y en algún arrebato de cabreo, también acentos de sinceridad… Pensamientos y palabras nunca por el mismo espacio y dirección… ¿En base a qué material genético se desarrollan la inteligencia y la estupidez? Tal vez, en el existir del todo, seamos habitantes o “pensionistas” de una predeterminación universal infinita; viviendo pegados y puntuales a suelos y paradojas, que la “oscilación cuántica” o dinámica cósmica, nos han concedido y asignado, sin que de ello podamos escapar…
El personal seguía expectante, con intuición impaciente; como queriendo decir lo que no decían y no podían decir; por si, de pronto, arribaba hasta sus plantas, el heraldo que les traería algún sentido de la verdad… De ser algo… De saberse y sentirse algo estimable en la vida…
Allí estaban los guardias y alcaldes de trapo, que habían actuado absolutamente, a las órdenes del toledano “Señorito Don Tomás”, causantes todos, de la “muerte” económica, social y existencial, de una familia, que quedó sin ninguna forma de vida; lo que fue peor que la propia muerte… Momentos de angustia muy dolorosa, y aturdimiento… Ajeno olvidado y perdido…; solo con grandes cuadros de visión interior… Incertidumbre de los hechos y del lugar… Escapar y sobrevivir sin saber cómo… Arriba, al final de la calle, (foto portada, cerca de la bifurcación de la carretera de Las Lagunas) la soledad y lobreguez de nuestro hogar, difícil de volver a ser…
Un chiquillo corría tras otro y alguien indicó: “… Mirar a ver y no les quitéis ojo de encima a los guachos éstos…; que menudo zipizape van a liar al final los andóbales; que siempre están armando alguna tremolina…”. A lo que otro apuntó: “¡Ea! Si están cerriles y no hay quien los pueda barajar… Si siempre están de gresca… Pandilla de mocosos, de poco respeto y provecho, que no hacen caso de nadie… Si hacen fiesta hasta de las madres… Si tenía razón aquel de Manzanares, que venía a la Casa Grande, cuando les dijo un día que no les faltaba na más que las carlancas pa ladrar…”. “¡Eeeh! -bramó un sujeto- ¿Pero no queríais ver al General?” ¿Qué es un General?-Exclamó uno de los chaveas-. Y de seguido, mascullando las palabras, se rezongó de los chiquillos: “Si los hijos de los erizos, con púas nacen… Aserrín, aserrán, con las cabras corzos van…”.
El Ministro General en la aldea de Ruidera
Por fin, con escasa comitiva, (poca escolta y edecanes) asomó el General por la carretera de Argamasilla de Alba…
Se trataba del General Jorge Vigón Suero-Díaz (pasó a la reserva aquel año 1959), a la sazón Ministro de Obras Públicas, (escritor y periodista, que usaba el seudónimo literario de “El Capitán V”) que acababa de inaugurar el Pantano de Peñarroya…
…en el cual puso la “primera piedra”, Cirilo del Río Rodríguez, Ministro de Obras Públicas, (noviembre de 1935; febrero de 1936) nacido en Castellar de Santiago en 1885 y fallecido en Madrid el año 1955). Su Excelencia echó una ligera ojeada a “las huestes”, muy escuchimizadas, y para salvar la dificultad que siempre presenta la necesidad, las recompensó regalándoles el oído, aunque con cierta solemnidad castrense, de militar de alto rango, casi arrullándoles aquel cuento: “…; pero si viven aquí encantados por el gran sabio Merlín…”.
Ante la presencia de la Excelentísima personalidad, hincha de nigromantes, e ilustre elenco; que tras breve parada, continuaron hacia Manzanares, el alborozo hizo entrar en trance al incondicional vecindario que, tomando sustento del aire, se evadió de su inopia y aplaudió al General, con tal intensidad y fervor, como si de la venida de una divinidad se tratase…
Solo un sucinto afeamiento, con cierto tono socarrón, en la fugaz visita y, en parte, artificioso recibimiento: el del párroco “Don Joaquín”, cuando le espetó a Su Excelencia:
“…Y mi General…, a ver si arreglan un poco esta carretera de Argamasilla, que hasta las cabras se van a perniquebrar…”.
Imagen de portada. El Ministro de Obras Públicas don Jorge Vigón Suero-Díaz inaugura el pantano de Peñarroya el 23 de mayo de 1959. RTVE, NOT N 856, 1 de junio de 1959.
(1) Casa del autor en la antigua calle Generalísimo de Ruidera, hoy Avenida de Castilla-La Mancha, por donde pasó el Ministro General en 1959, Cavilaciones en Ruidera, 2007.
(2) El autor paseando por la antigua calle Generalísimo de Ruidera, hoy Avenida de Castilla-La Mancha, por donde pasó el Ministro General en 1959.
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