El Vado de las Piedras, testigo milenario de la presencia del hombre en las Lagunas de Ruidera, es uno de los pasos que durante siglos sirvieron de comunicación a hombres y ganados entre ambas orillas del Valle del Alto Guadiana.
El Vado de las Piedras
Todavía hoy se conservan en su margen izquierda los restos de mayores dimensiones del Canal del Gran Priorato de San Juan que han llegado hasta nuestros días.
Siglos antes de que el genial arquitecto Juan de Villanueva proyectara el paso del canal por este paraje, existían ya asentamientos humanos estables en las proximidades del vado.
Su posición estratégica junto a la madre del río, dominando uno de los pasos de su cauce alto y a la vera de varios caminos, atrajo sin duda a los habitantes de la zona en busca del trasiego de hombres, caballerizas y ganados de una ribera a otra.
Ruinas de la casa
En los años 80 del siglo pasado Salvador Jiménez recorrió estas tierras dejándonos su testimonio sobre la presencia de la cultura romana en este paraje del Alto Guadiana.
«A esta misma altura, a la derecha, envueltas ya entre las aguas están las ruinas de la casa del Vado de las Piedras, vado por donde se puede atravesar el río, hoy día, cuando en verano desciende el nivel de las aguas.
Al empezar a subir una corta y muy pronunciada cuesta, nos dimos cuenta, por la gran cantidad de cerámica y otras reliquias, que se trataba de vestigios de otro poblado romano. Empezamos a explorar la zona para poder limitar la superficie del asentamiento, pero con exactitud nos fue imposible tomar medidas por haber sido terrenos de cultivo, en los que los arados alteraron su configuración.» (1)
Treinta años después seguimos sus pasos y, aunque el transcurso del tiempo ha dejado su marca, todavía hoy es posible hacerse a una idea de lo que pudo ser, hace unos veinte siglos, un poblado romano a la vera del Guadiana.
Poblado romano
Nos encontramos ante un terreno muy modificado por años de cultivo y movimientos de tierras. Aún así, podemos distinguir entre la vegetación meseteña sillares y piedras con bordes tallados, provenientes de enlosados o suelos de alguna villa o calle. Pequeñas oquedades en el terreno nos muestran donde se levantarían las construcciones y trozos de tejas y pequeños fragmentos de cerámica nos animan a seguir con la mirada fija en el suelo.
«Encontramos algunas pesas de telar, junto con la exquisita cerámica sigillata, apareciendo parte en superficie en donde las lluvias han ocasionado ciertos arrastres, y otra en estratos profundos (…)
Donde más mezclados están los sedimentos es en lo que ocupa el embalse; allí el agua ha ido cribando la tierra hasta dejar en superficie las partes más gruesas. en esta parte abundaban restos cerámicos de diversos tipos, entre los cuales había trozos pertenecientes a grandes recipientes, teniendo éstos en su base una especie de apéndice o pivote; correspondiendo a ánforas vinarias, de salazones, o para transportar aceites.» (1)
La «exquisita cerámica sigillata» era un tipo de cerámica de origen romano que se podía considerar de lujo, que empieza a aparecer en el registro arqueológico en torno al siglo I d.C. Es muy habitual encontrar piezas de terra sigillata en los yacimientos de época romana. Y es que este tipo de cerámica se convirtió en todo un símbolo de aculturación romana en la Península Ibérica. (2)
Seguimos avanzando y encontramos semienterrados restos de varios muros. En una tenue bajada sobresale de la tierra la esquina de una construcción con varias hileras de sillares formando un ángulo recto.
«Pero si podemos decir que la vid debió cultivarse en los terrenos que comprendían las villas romanas; y cómo no, el pescado para las conservas (garum), una salsa compuesta por fauces, gargantas, intestinos… y peces pequeños puestos a secar al sol en salmuera.
Trozos de grandes tejas pavimentaban la casi total superficie del asentamiento.
En el espacio que ocupó este poblado, bien por un gran porcentaje de cal o bien por estar enlosados los suelos, crece una rara y raquítica planta, característica bastante común en la mayoría de estos sitios, en donde para morar ciertos animales y el hombre, se ha tenido que construir algo artificial.» (1)
Mi agradecimiento a Jesús Navarro por su inestimable ayuda en el trabajo de campo.
(1) JIMENEZ, S. y CHAPARRO, A. Las Lagunas de Ruidera en el tiempo. 1982.
(2) Fuente: http://arqueoblog.com/terra-sigillata/
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