Contenidos
La ermita de San Pedro un edificio quijotesco
Este año de 2015 se celebra el cuarto centenario de la edición de la segunda parte de la obra de Miguel de Cervantes, “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, mientras que el año siguiente se conmemorará el cuarto centenario de la muerte de su autor. Al calor de estas celebraciones, volverán muchos pueblos de la Mancha a reclamar el derecho de ser “el Lugar”, a tener dentro de sus términos la venta donde se nombró caballero a Don Quijote, los molinos que atacó, la casa del caballero del verde Gabán. Sin embargo, el edificio más claramente reconocible dentro de la obra y cuya situación no es discutible, se encuentra ubicado en la provincia de Albacete. Es la ermita de San Pedro, cercana a la cueva de Montesinos, dentro del término de Ossa de Montiel.
En el capítulo XXIV de la segunda parte del Quijote, el primo del licenciado que servía de guía a Don Quijote, le dice:
«No lejos de aquí, está una ermita donde hace su habitación un ermitaño, que dicen ha sido soldado, y está en opinión de ser buen cristiano, y muy discreto y caritativo además. Junto con la ermita tiene una pequeña casa que él ha labrado a su costa, pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes.»
MIGUEL DE CERVANTES –
Poco más tarde, cuando están llegando al citado edificio, nos indican:
«Apenas oyó esto Sancho Panza, cuando encaminó el rucio a la ermita, y lo mismo hicieron Don Quijote y el primo, pero la mala suerte de Sancho, parece que ordenó que el ermitaño no estuviese en casa, que así se lo dijo la sotaermitaña que en la ermita hallaron, pidiéronle de lo caro, respondió que su señor no lo tenía, pero que si quería agua barata, que se la daría de muy buena gana….Con esto dejaron la ermita y picaron hacia la venta.»
MIGUEL DE CERVANTES –
Esta ermita que aparece citada en “el Quijote” es la de San Pedro de Sahelices, que con el tiempo cambió su nombre por San Pedro Mártir o San Pedro de Verona. Por desgracia, en la actualidad no podemos contemplar el edificio tal y como fue visto por Miguel de Cervantes y reflejado en su obra, pues en la década de los años cuarenta del siglo pasado, fue derribado ante el mal estado que presentaba tras los destrozos sufridos durante la Guerra Civil.
Sin embargo, gracias a la documentación de la Orden de Santiago, a los grabados de Daniel Urrabieta “Vergé”, y varias fotos tomadas a comienzos del siglo XX, podemos conocer con bastante exactitud la historia de la ermita, así como su estructura y fisonomía en tiempos de Cervantes, y eso es lo que vamos a hacer en este artículo.
Origen de la ermita
Sobre el origen de la ermita de San Pedro han surgido diversas teorías. Ya en las Relaciones topográficas de Felipe II se dice que es “muy antiquisima” y que estaba labrada en cruz. Asimismo se indica que más arriba de ella hay una cueva que se nombra de Montesinos y que pasa un río grande por allí, indicando que hay “muchos cimientos donde dizen que avia alli fundada una çibdad la cual se nombrava y nombra la çiudad de Lagos… que dixen que era la población de en tiempo de los moros, ay al pie del edifiçio que tienen dicho o que se dize el castillo de Rochafrida, una fuente la qual esta hazia poniente que se dixe la Fontafrida” (Cebrián y Cano, 1992: 226).
Algunos autores como Corchado Soriano, sugieren que la ermita ya existía durante la Reconquista, debiendo ser su origen mozárabe o incluso visigodo; para ello se basa en la tipología constructiva que muestran los dibujos realizados por Urrabieta, aunque no hay ninguna documentación que avale tal certeza (Corchado, 1971: 151-152). Sin embargo, observando los citados dibujos y algunas fotografías, sobre todo del interior, apreciamos dos arcos de herradura que separan la capilla principal o zona del altar mayor del resto del edificio, cuya tipología podría pertenecer al período visigodo, pues son arcos de herradura más abiertos que los que suele utilizar el arte musulmán. Ello nos hace seguir la línea de Corchado Soriano y admitir la posibilidad de que la ermita se construyera en la época visigoda.
Otras fuentes informan que su origen estaría ligado al castillo de San Felices, siendo el edificio religioso destinado a la atención espiritual de sus habitantes.
Lo que sí está claro es que a finales del siglo XV su advocación era de San Pedro y San Felices, lo que nos indica que compartía nombre con el castillo situado a poco más de un kilómetro de distancia, lo cual puede ser una evidencia de la conexión y relación existente entre ambos.
San Felices fue un santo anacoreta que vivió en el siglo V y comienzos del VI, siendo maestro durante un tiempo de San Millán. Tras la conquista de Toledo en el año 1085, el abad de San Millán de la Cogolla intentó trasladar el cuerpo de San Felices desde el castillo de Bilibio hasta el Monasterio para darle mayor realce, pero no fue hasta 1090 cuando acompañado de doce monjes, consiguió encontrar la tumba y realizar el traslado al Monasterio de Suso. Este hecho provocó una fuerte corriente de devoción hacia el santo, más al producirse varios milagros entre las personas que se dirigieron a su nueva ubicación para visitarlo y rogar por él, por lo que es posible que fuera en el siglo XII cuando se le diera dicha denominación al castillo y a la ermita.
La primera referencia documental del castillo de “Sanctum Felices” la encontramos en la donación realizada por Enrique I a Suero Téllez de la villa de Ossa, el 26 de abril de 1216, indicando: “per vallem ad iusum ultra Sanctum Felicem et usque ad priman algeziram”. Esta cesión es confirmada por Fernando III el 2 de marzo de 1222 y por Alfonso X en septiembre de 1255, apareciendo de nuevo citada la referencia de “San Felicem” (De los Santos, 1975: 26-31).
A mediados del siglo XIII, se llevó a cabo el proceso delimitador de los términos de San Felices, lo que nos indica que recibía el tratamiento de una población. Este documento del 4 de abril de 1254, es un compromiso entre la Orden de Santiago y Gutierre Suárez, hijo del primer propietario Suero Téllez. En él se indica que los mojones de su término debían estar situados a una legua del castillo (“e deven dar una legua de castiello de Sant Felices a todas partes…e poner mojones en cabo de la legua”), tomando terrenos de los términos limítrofes de la Orden de Santiago, entre ellos Alhambra y Ruidera.
Dos meses después, el 23 de junio, se llevó a la práctica esta delimitación del término con la presencia de “hombres buenos” que dieron fe de ello. En ella aparecen las posiciones de dichos mojones, estando situados en la Peña Rubia, la Cañada Ayuso, la laguna Blanca, en una encina que está en la “carrera” que va desde Ayuso hasta la fuente del Mando, y sigue la delimitación desde dicha fuente hasta el castillo de la Muela, al cabo de la Algecira, a la torre que labró Gonzalo Ruiz, el villar de la Manga, el portezuelo del pozo del Cabalgador y el mojón que tienen los vecinos de Alcaraz con la Orden de San Juan (Madrid, 1988: 351-368).
Esta delimitación nos muestra cómo el territorio tenía entidad propia, siendo su centro el castillo de San Felices, y junto a él, a poco más de un kilómetro se encontraba la ermita del mismo nombre, espacio religioso de esa demarcación, independiente durante solo cuatro años, pues la Orden de Santiago se hizo con ella tras un acuerdo de permuta con su dueño, al que entregó a cambio la localidad de Dos Barrios.
Una vez que la Orden controló la totalidad del territorio de las lagunas, la importancia del castillo acabó decayendo al alejarse el peligro musulmán, en beneficio de las otras dos poblaciones establecidas en la zona, Ossa de Montiel y el heredamiento de Ruidera, donde se establecerían los vecinos para realizar las labores productivas, convirtiéndose así la pequeña iglesia en una ermita de Ossa de Montiel.
De San Felices a San Pedro de Sahelices
El cambio de la denominación de la ermita tuvo lugar en la última década del siglo XV, y se puede observar claramente en las visitas de dichos años.
En 1494 se la nombra como ermita de “Sant Pedro e Sant Helices (Felices)”. Cuatro años más tarde se indica que tiene la “vocación de Sant Pedro e Sahelices”, para denominarse en 1499 como San Pedro Sahelices y a partir del siglo XVI se le incluye la partícula “de” pasando a conocerse como “de Sahelices”.
Vemos la deformación que sufre su doble advocación en poco más de cinco años, para transformarse en una sola.
Primera parte del estudio histórico titulado «Una ermita quijotesca en el Campo de Montiel albaceteño: San Pedro de Sahelices» realizado por Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil.
Imagen de portada, (1). DOTOR, A. El Quijote y La Mancha: Ante la ruta caballeresca. Blanco y Negro, Madrid, 5-12-1926.
Deja una respuesta