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Ayuda de las poblaciones comarcanas
La gente que acudió la mañana del 21 de enero a Argamasilla quedó espantada de lo que veían sus ojos.
Argamasilla era una laguna, casi un mar en el que destacaba la isleta del Toledillo con sus poco más de veinte casas
En la parte baja del pueblo casi no habían quedado casas en pie y las que lo estaban amenazaban con caerse de un momento a otro. El agua del río seguía corriendo por la villa, y así lo hizo durante más de un mes, mientras que los vecinos buscaban ayuda para sacar sus bienes y su pan de sus viviendas antes de que se vinieran abajo. Incluso ofrecían la mitad del cereal almacenado si había alguien que les ayudara a hacerlo.
Hubo algunos que sacaron sus posesiones a cuestas o poniéndolas encima de sus cabezas, otros unieron dos artesas y, con sogas asidas a ellas, a tiro de hombros, de dos en dos fanegas, sacaron mucho ajuar y mucho trigo, cebada y centeno que tenían almacenado en sus hogares. Otros se ayudaban de carros, pero no todos disponían de ellos. No quedaba más remedio que requerir la ayuda de los pueblos vecinos. De Tomelloso acudió gente con sus carros a ayudar. También se hicieron venir dos barcas desde la Ossa, con un par de bueyes, con las que poco a poco se fue sacando el pan de las casas y depositándolo en el cerro del camino del Tomelloso.
Los regidores ordenaron que la teja y la madera de la iglesia de la Concepción se pusiera en un altillo de ella, para así salvarla del desastre. El gobernador de Alcázar, informado, mandó hacer recuento de las casas asoladas: al final fueron cerca de 150. Muchos vecinos se habían quedado sin nada.
Por suerte, que se sepa, nadie perdió la vida ese día, no obstante, Argamasilla sufrió un golpe casi mortal
Huida del vecindario
En abril de 1545, de los más de 260 vecinos con que llegó a contar la localidad a principios de ese año, solo quedaban 110. La mayoría se había ido a otros lugares: unos por haber perdido cuanto tenían y otros, llevando lo poco que habían conseguido salvar, para iniciar una nueva vida. Las casas se habían quedado caídas y sus tierras perdidas y baldías. La mayoría se marchó a sus tierras o a localidades cercanas: a Manzanares, a Membrilla, a Alhambra, a La Solana, a Villanueva de los Infantes, a Alcázar, a Campo de Criptana, a El Toboso, a Mota del Cuervo, a Consuegra, a Arenas de San Juan, a Herencia, a Tomelloso… pero otros eligieron destinos más alejados para intentar reconstruir sus vidas: Torre de Juan Abad, Ciempozuelos, Vélez Málaga…
El concejo, por fin reunido doce días después de la debacle, solicitó inmediatamente a los Contadores Mayores de Rentas de S.M. que se le concediera una rebaja a la villa del pago del servicio ordinario y extraordinario de 1544, del que aún tenían la última paga pendiente de entregar. La cantidad de vecinos había descendido enormemente, por lo que el encabezamiento realizado era excesivo para la vecindad que ahora había.
En febrero de 1546 ya solo quedaban 78 vecinos en Argamasilla de Alba, algunos todavía vivían en chozas a la salida de la villa
A los huidos, también por deudas, se habían unido los fallecidos a causa de las enfermedades producto de las aguas. Niños huérfanos pedían por las calles para comer. Otros tenían sus bienes secuestrados por deudas contraídas con el prior de San Juan y los que no podían hacerles frente, directamente, fueron llevados a la cárcel de la gobernación, a Alcázar de San Juan, como el alcalde Gil Martínez, el único miembro del concejo, junto al escribano, que resistió la riada de la noche de San Sebastián sin huir.
La reconstrucción
Al final, tuvo que intervenir también don Juan de Zúñiga, quien seguía siendo alcaide de Peñarroya, intentando conseguir una baja y quita de los servicios y alcabalas de la población. También se puso en marcha la construcción de una nueva iglesia que les diera auxilio espiritual; pero, sin lugar a duda, fue la intervención del prior de San Juan la que evitó que la población quedara totalmente despoblada: ordenó que las aguas del río Guadiana se encauzaran y que se abriera un nuevo cauce, el malecón, para recoger las aguas sobrantes del río; además, en el sur del pueblo se levantó un dique de tierra de gran espesor y resistencia que, cruzando la vega, pudiera detener las corrientes (4).
La petición del concejo de trasladar la población a un nuevo lugar, no obstante, fue rechazada (5): si Argamasilla había de resurgir, lo tendría que hacer donde había nacido. Hasta 1556 no volvió a contar nuevamente con los 262 vecinos que tenía en 1543 (6).
El día después del Hundimiento en Ruidera
En cuanto a Ruidera, el agua había hundido la mayor parte de dicho heredamiento, por lo que fue preciso mudar los molinos y batanes y hacerse de nuevo junto a un nuevo caz (7). Por lo que se refiere a las casas principales de él, muy cercanas a la laguna, “que casi combate el agua en ellas”, habían sido usadas tradicionalmente para que habitara en ellas el alcalde, para recoger el pan de los molinos y como lugar de resguardo para los por allí venían, pues el camino era “pasajero a manera de puerto” y no había otra casa donde la gente se pudiera recoger. La documentación de 1559 nos las presenta “muy malas y para hundirse, y mucha parte de ellas están caídas y están de tal manera que no están para las habitar”.
El Obrero Mayor de la Orden de Santiago y de su Mesa Maestral propuso en ese año que las casas principales se reedificaran junto al caz de los nuevos molinos, de cuyas casas estaban ahora muy desviadas. Deberían contar con dos palacios: uno para la gente que estuviera en el paso del ganado y el otro para los pasajeros; encima de estos cuartos, en lo encamarado de ellos, se harían dos cámaras grandes para alholí del pan, con capacidad para 6.000 fanegas. También se proponía que, por ser el sitio de la ribera enfermo y húmedo, se hicieran dos piezas en lo alto, una de ellas para el alcalde, con su chimenea y ventana sobre la puerta.
Por lo que respecta a los nuevos batanes y sus casas, estaban aún sin techar en esas fechas, por tal motivo se propuso que se cubrieran, tanto ellos como sus casas, para que sus maderas no se pudrieran y para que los bataneros tuvieran un lugar donde recogerse.
Pasados los años, en 1575, cuando se hizo el cuestionario de las conocidas como Relaciones Topográficas de Felipe II, el horror de esa noche de enero de 1545 todavía era rememorado, no solo en la propia Argamasilla, sino también en Alhambra (8), donde sus declarantes aún recordaban el gigantesco desastre que causó la creación del hoy conocido como Hundimiento, esa cascada que adorna las lagunas de Ruidera y que a punto estuvo de acabar con la vida de una población manchega recién nacida.
Segunda parte del estudio histórico titulado «Del Hundimiento que asoló Argamasilla».
Nota del blog: Nuestro agradecimiento a Pilar Serrano de Menchén por el material fotográfico aportado sobre las inundaciones del año 1947.
Imagen de portada. DIARIO LANZA. 1-5-1947. De Argamasilla hacia Tomelloso se precipitaba furiosamente el volumen de agua que se aprecia en la presente foto y que los hombres de Tomelloso supieron desviar de sus calles.
(a) APARICIO, J. Crecida de 1947. Jóvenes de Tomelloso pasando en una de las calles encharcadas.
(b) Calles encharcadas en las inundaciones del año 1947.
(4) AGUIRRE, D.: El Gran Priorato de San Juan de Jerusalén en Consuegra, en 1769, Toledo, CSIC, 1973, pp. 132-133. CLAUDIO GARMAR, J.: Recopilación de la Historia de Argamasilla de Alba: un lugar de la mancha… que fue la cuna del Quijote, Ciudad Real, Diputación Provincial, 2004, p. 77; MORALES SÁNCHEZ-TEMBLEQUE, M.: La Orden de San Juan de Jerusalén: los prioratos de San Juan en La Mancha (siglo XVI y XII), tesis doctoral, Universidad de Castilla-La Mancha, Departamento de Historia, 2015, pp. 385-386.
(5) SERRANO DE MENCHÉN, P.: Capitulaciones de la Villa de Argamasilla de Alba, año 1542: transcripción realizada sobre dos traslados hechos en 1631 y 1709 que se encuentran en el Archivo General de Palacio…, Argamasilla de Alba, Ayuntamiento, 2003, parte 2, n. 11.
(6) CLAUDIO GARMAR, J.: op. cit., p. 78.
(7) Los datos siguientes extraídos de: AHN, OM, AHT, 4.985.
(8) CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: Los pueblos de Ciudad Real en las “Relaciones Topográficas” de Felipe II, San Lorenzo de El Escorial, EDES, 2004, v.1, pp. 54, 116 y 121.
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