Yeseros del Alto Guadiana

El hermano Ciriaco

La treta, mezclándole preparado de los barrenos, al pitillo (les llamaban “tábanos” a aquellos gruesos cigarros) del “hermano Ciriaco”, conllevó que aquél prorrumpiera con toda una sarta de improperios y manifestaciones corporales con desafíos y señalamiento de genitales…

Reían y se mofaban jocosamente y por lo bajines los compañeros del tajo, escuchándose una socarrona voz, un tanto amortiguaba por el porraceo de las herramientas:

“¡Espabila Ciriaco y déjate de tanto fumeteo, que ganas cuatro pesetas como los demás y no paras de chisquear y fumetear en to el día…!”

Cantera de la yesera de El Pinche

Pili

Benito Molina, alias “Pili”, un muchachuelo que hacía de aguador, a cambio de algo de comida, tenido por deficiente y “media lengua”, sintiendo un temeroso fluido correr por sus venas, al ver brotar fuego de la boca del “hermano Ciriaco”, huyó hacia la chabola de su padre Juan Santiago, esquilador de burros en la ribera “y de lo que salía”, tartajeando que: “el hermano Ciriaco echa lumbre po a boca…”.

El hermano Moreno

Siguiendo el margen fluvial derecho, se hallaba la yesera del “hermano Moreno”, “El Gato”. En sus inicios fue una de las yeseras más rentables del Alto Guadiana, con un despacho de más de una docena de carros diarios, al estar ubicada en el arcén del camino de Argamasilla de Alba-Ruidera.

Los hermanos Potaje

La yesera de “El Pinche”, (ya mentada) asentada en la base del “Cerro Chocano”, fue reactivada (instalando una moderna moledora) en los años 1965-1968, por los ”hermanos Potaje” de Ossa de Montiel. En su perpendicular estaba el famoso “Puente Cavila”, (cerca el histórico “Batán del Chicano” o “Chocano”) estratégica pasarela para vadear el río: ganados, arrieros, reatas de animales de carga y tiro de carruajes, que porteaban las más variopintas mercancías, conectando con otras rutas…

Hornos de la yesera de El Pinche
Hornos de la yesera de «El Pinche»

En las inmediaciones de los ámbitos, “Cañada del Gavilán” y “Vado de las Piedras”, a escasos metros de los restos del “Canal del Gran Prior”, hubo otra pujante industria yesera, paralizándose su explotación al colmatarse el embalse de Peñarroya; al igual que otras instalaciones de prueba de los cerros de enfrente…

Pintagatos

En la entonces aldea de Ruidera, había un albañil que apodaron “Pintagatos”, porque en cada chimenea que erigía la remataba con su marca: un fabuloso gato de yeso. Aquel albañil, para su autoabastecimiento, quemaba reducidos hornos de yeso en la “Cañada del Berbián”, (mencionada en el Medievo) en el punto de “El Peñón”.

El hermano Telesforo

El “hermano Telesforo” también armó una pobrísima yesera en la cara sur del cronístico “Cerro de la Ermita”, en el conocido “Vallejo de las Yeseras”: (Felipe Naranjo, año 1850). El “hermano Telesforo”, pergeño otra modesta yesera, junto a lo que hoy es la carretera Argamasilla de Alba-Ruidera, a un kilómetro de Ruidera. Cuando la obsolescencia de la yesera de “Los Alanos” ya no tenía “vuelta de hoja”, tal vez el azar o un determinismo del espectro cósmico; marcador del destino de las cosas, perfilaron la fatalidad en aquella yesera y un barreno dejó tuerto y manco a Niceto, el barrenero…

Del yeso que se obtenía en la cuenca del Alto Guadiana, se surtían las poblaciones de Alhambra, Ossa de Montiel, Argamasilla de Alba, Tomelloso, Ruidera y multitud de caseríos comarcanos

De la resistencia y propiedades de aquel yeso, se decía: “es muy fuerte y hay que revolverle tierra blanca o arena fina, pa que no se resquebraje en los techos, ni tire tan aprisa…”.

Aquellas yeseras muertas

Rosa y Osvaldo, matrimonio argentino, ella psicóloga, él ingeniero; propietarios de una vivienda en Ruidera, en un libro de psicología escribieron:

“Salvador, dicen que el recuerdo es lo único que tiene algo de eternidad…”

Hoy, en un cansado otoño, están estancadas en el recuerdo aquellas yeseras muertas… Hoy, en el recuerdo, yeseras y gentes bregando, ataviados con el característico atuendo harapiento; faenando de sol a sol, entonando coplas con sosiego inquieto, desenterragándose el rostro y los ojos enyesados, cansados como efigies del sufrimiento…

Mi agradecimiento a las personas mayores, por soportar y atender mi monserga e infinidad de preguntas, sobre esta y otras actividades de (I.H.) interés humano; entre ellos Matías Ramírez, por contarme cuando de mozuelo ganaba cuatro pesetas, trabajando en una yesera.

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Tercera parte del estudio histórico titulado «Cavilaciones en Ruidera: yeseras y yeseros del Alto Guadiana y recuerdos de la niñez».


Imagen de portada. JIMÉNEZ, S. Yeseros en la yesera. Años 1940-50.